Clownbaret es una compañía de payasos.
Sus integrantes encarnan diferentes personajes.
Bar es humorista, está de pie y lleva un frac negro.
Sumergido en la luz roja de los focos ofrece un monólogo sobre la increíble importancia del día en el que él nació.
Desafortunadamente, está acompañado de “Et”, un tonto desagradable con una brecha en los dientes y una chaqueta negra, que no hace otra cosa que interrumpirle y molestarle para hacerle perder el hilo narrativo.
Poco después llega ‘Clown’, para aumentar el caos en el escenario, un payaso con nariz roja de cartón, anchos pantalones verdes y enormes zapatos negros.
La escena es el prólogo de “El día que yo nací”, una surrealista farsa.
Es un viaje por importantes etapas de la vida como el bautizo, el cumpleaños y la boda, puestos en escena mediante una turbulenta mezcla de elementos teatrales y canto, pantomima, baile y batallas de tartas.
La Muerte está también presente e intenta asustar a los tres actores. Vestida de blanco, marcha varias veces por las filas de butacas hacia el escenario, tirando detrás de sí una cadena larga con negra bola de metal negro.
Además tiene una pregunta: ¿Sería la vida tan hermosa si no fuera tan corta?
Por supuesto, la Muerte finalmente se lleva los tres protagonistas.
Mientras, ellos en el suelo boca arriba, y filosofan sobre sus vidas, ya pasadas, salen desde el techo paraguas abiertos, fijados con finas cuerdas en los mangos
Bufones, blancos y payasos
“El día que yo nací” versiona el clásico esquema del payaso del circo.
Hay el “Blanco”, el “razonable”, con el gorro puntiagudo, el “Payaso”, el tonto con la nariz roja y el denominado “Contra-payaso” y el más tonto, de lo que siempre se burlan los otros dos.
El autor Brian Rodríguez ha variado ese esquema. El “Blanco” tiene rasgos de humorista fracasado y el “payaso” es el más estúpido.
El “bufón”, cínico y decepcionado de la vida, que intenta vengarse de sus semejantes con bromas maliciosas, completa el grupo.
Rodríguez ya había utilizado esta combinación de personajes seis años antes en su primer espectáculo teatral “Una mañana de sábado de 1987”.
Es una obra que satiriza la cultura popular a finales de los años ochenta, tanto las canciones pop y las series de televisión como la “movida”, el movimiento cultural posterior al franquismo, a lo que pertenecieron muchos protagonistas de la actual vida cultural del país.
En esta obra, Brian apuesta por un hilo narrativo en vez de una serie de números independientes y lo salpica con elementos de cabaret y componentes bufonescos; creó una mezcla colorida de muecas, gestos, sonidos de voces y diálogos graciosos.
Son formas de expresión que se complementan perfectamente en las tablas, dice el autor, porque “no hay muro entre el payaso y el público, ni entre el humorista y la audiencia”.
Tanto el clown como el humorista deben siempre estar cien por cien concentrados para ser capaces de comunicar con el público.
La compañía, a la que pertenecen también, Marta y Guaci, de Brian lleva el nombre de “Clownbaret” para fortalecer y visualizar esa actitud.
Clownbaret empezó en un bar de La Laguna
Los personajes en el escenario deben sus nombres artísticos a las tres sílabas del nombre del conjunto. Brian interpreta el morboso “Et”.
El pequeño pub “Bluesbar” de La Laguna le sirvió a Brian como modelo para ambiente en lo que está ubicada la acción.
En ese bar se estrenó la pieza con mucho éxito tras dos meses de ensayo.
“La audiencia se río incluso de cosas de las que nunca pensamos que lo harían.”
Mientras la primera pieza apostó por chistes y risas espontáneas, la trama de la sucesora “El día que yo nací” transmite más profundidad.
Brian lo escribió el año 2004 durante su estancia en Barcelona, donde trabajó varios meses en “Forum Universal de las Culturas 2004”.
Él fue uno de los veinte actores de la “Fools Militia ” seleccionados, de 120 candidatos.
La tarea de esta “milicia de tontos”, dirigido por Jango Edwards, consistió en quitar la respetuosa seriedad a la denominada alta cultura mediante happenings y acciones graciosas en el espacio del evento.
“Fools Militia ” realizó también “Orquesta Aérea”, un programa de una hora llamado, una parodia del día a día de los grandes conjuntos de música y amenizó más tarde a audiencias en Italia y París.
La experiencia vivida en la ciudad del Condal inspiró a Brian a montar su propio festival en su natal La Laguna, que tuvo lugar este verano.
El festival de Clownbaret
Más de veinte artistas y grupos, locales e internacionales, actuaron en calles y plazas, en pubs y teatros de la ciudad.
El público del festival de Clownbaret disfrutó de la parodia de Mister Bean, del italiano Arnoldo Mangini y la actuación de la fantástica Vicky Soise, que se moría por bailar en alambre con sus grandes plataformas.
El teatro de payasos surrealistas La Banda mostró cómo vive una “persona invisible entre otras personas invisibles” y hubo también cuentacuentos para niños.
Jango Edwards y su compañero Peter Ercolano ofrecieron en el I.E.S. La Laboral un extracto de unas dos horas de su repertorio de 21 horas.
Además hubo un taller en el que, el propio Edwards compartió su filosofía.
Desde hace más de tres décadas, Jango Edwards es uno de los artistas más populares en el ámbito de la comedia que y hizo reírse a los Rolling Stones y a Salvador Dalí.
En sus inicios creó el “nuevo payaso” y salió a las tablas con un programa inspirado en Charlie Chaplin, la película de culto “Harold and Maude” y el “Rocky Horror Picture Show”.
“Para convertirse en payaso hay que redescubrir al niño en ti mismo”, dice al comienzo, tras haber repartido entre los espectadores trozos de pescado agrio de la misma manera que un cura reparte hostias.
De hecho, el taller tiene toques, digamos, un poco religiosos.
A continuación, Edwards pega una carta de juego en la frente de cada uno los participantes para determinar “su papel en la comunidad de payasos”.
Jango Edwards invitado de lujo de Clownbaret
Pero en vez de decir qué se debe hacer allí como rey de tréboles, explica su filosofía: “Una persona está acabada al nacer. Luego comienza a morir poco a poco porque está limitado por un montón de normas y reglas. Eso comienza con el DNI”.
Todo eso dice el payaso profesional, subrayando el significado de sus palabras con gestos y pausas bien colocadas y añade:
“Un payaso es un anarquista, pero un anarquista con disciplina.
Para convertirte en payaso tienes que superar tus miedos y descubrir al niño que llevas dentro.
Tienes que conocer tanto tus lados fuertes como tus lados débiles y aceptarlos.
Debes saber quién eres realmente y olvidarte de todo lo que te han enseñado en la vida”, dice el cincuentón estadounidense, y repite más o menos lo que entonces dijeron los hippies.
Es cierto que hace treinta años, intencional la ruptura de tabúes en las tablas de Jango Edwards, especialmente respecto al sexo, fue realmente algo provocativo.
No obstante, los tiempos han cambiado. Sin embargo, ser payaso es mucho más que presumir con méritos propios, detrás hay un duro entrenamiento.
“Puedo contarte todo lo que sé sobre los payasos en quince minutos.
Entonces sabes lo que es importante.
Ser payaso es una actitud. Hacer malabares, hacer muecas. . .
Sobre eso puedes leer en un libro y practicarlo tú mismo”, dice Edwards para volver a subrayar que ser payaso no es una profesión, sino una actitud.
El payaso nunca es partidista
Una y otra vez, Edwards sale espontáneamente de su papel de conferenciante, corre hacia la audiencia y se sienta en el regazo de las mujeres sin haberles preguntado anteriormente.
No se trata de actos espontáneos sino que son muy ensayados elementos de su espectáculo, que se va a ver por de la noche.
Por supuesto, el payaso es anarquista pero debe aceptar y aplicar ciertas reglas para que su juego funcione.
Al contrario de muchos artistas de cabaret nunca es partidista.
El payaso quiere hacer reír a la gente representándose como espejo en lo que los espectadores reconozcan a sí mismos con todas sus debilidades.
No se trata de infringir las leyes sino llegar a sus límites.
Para el payaso, el contacto con el público es esencial.
Durante su actuación el clown elige a personas y las utiliza como víctima de sus bromas.
No obstante, debe garantizar que ellos no sienten que fueron ridiculizados, porque “un payaso no juega para sí mismo, él no debe dejar caer al público y tiene que saber hasta dónde puede llegar”.
Jango Edwards sabe que el payaso debe responder a las expectativas del público: “Jugué para los mongoloides y los hice reír, intentando en vano entrar en una habitación por la puerta a lo largo de cuarenta y cinco minutos.
He satirizado los síntomas de abstinencia delante de pacientes adictos, sometidos a una terapia de metadona, y alguna gente rica me pagó $ 20,000 simplemente por demoler su sala de estar”.
En el mundo payaso no hay derechos de autor
No hay derechos de autor para chistes. Un bromista roba al otro. Jango Edwards también lo sabe y lo hace: “Todo ya ha estado ahí antes.
El tuyo no es la idea sino la forma como presentas las cosas”.
El número en lo que teclea en una invisible máquina de escribir, acompañado de música clásica, forma parte del repertorio, que es un sketch que clowns en todo el mundo triunfan desde más que tres décadas.
Las herramientas del payaso son simples, a veces vulgares: “eructo, pedo, sexo, desnudez, sea lo que sea, da igual que lo que hagas. Lo importante es presentar el mensaje de manera inteligente”, coincide Peter Ercolano, compañero de Edwards en el escenario.
Sin embargo, no es sencillo, intentar en vano abrir una bolsa de patatas fritas a lo largo un cuarto de hora sin aburrir a los espectadores.
La creatividad del payaso radica en su capacidad de asociación, en juntar cosas que realmente no van juntas.
Por ejemplo, cuando las singulares silabas y letras de la palabra “socialismo” se convierten en las primeras letras de nuevas palabras y frases.
De manera que el “cia”, pronunciado con rapidez se convierta en “I see .. I see all. . ., Lo veo…Lo veo todo.”
Otra técnica es ilustrar una canción con gestos significativos, algo para lo que Edwards utiliza el “tiempo para sonreír”, el tema “Time To Smile” de Tony Bennett.
Clownbaret ya proyecta nuevo festival
Para Jango Edwards, el visual es fundamental, por eso evita la palabra hablada lo más posible.
Él está de gira diez meses al año, a menudo en países cuyo idioma no o apenas habla.
Por eso es su lema: “No juego donde la gente habla inglés, no me entienden”.
Con su actuación en el festival “Clownbaret” Edwards estrenó en Tenerife.
Probablemente, no fue la última vez, porque el próximo año habrá nuevamente un “Clownbaret Festival”.
Incluso hay planes para incluir otras islas en el proyecto.
La compañía de payasos tiene proyectos a largo plazo y quiere crear dos nuevos programas.
Uno se dirige al público no hispanohablante, está basado en el clásico esquema “blanco-payaso contra payaso” y prescinde de diálogo casi por completo.
El otro se dirige a niños.
Aquí, la participación del público es aún más importante, como bien sabe Brian Rodríguez: “Los niños siempre reaccionan cuando los actores hacen algo mal.
Por ejemplo, cuando intento poner un pañuelo en el bolsillo de mi chaqueta y no puedo”.
Los programas anteriores también vuelven a ser representados.
La próxima actuación de “Clownbaret” tendrá lugar el 27 de octubre en la sala de teatro de Santiago del Teide.
(La versión alemana publicada en Teneriffa Panorama, 2004 – 2008)