En general, historias y cuentos tienen un hilo narrativo que apoya no perderse demasiado en detalles. Eso vale también por la historia del mundo.
No obstante, el encanto de cuentos y relatos, tanto reales como ficticios, consiste en sus particularidades, narradas detalladamente.
Hay lugares donde nunca pasa nada.
Pero a veces el ebrio aliento de la historia los roza ligeramente
De vez en cuando esos sitios están mencionados en frases secundarias de los capítulos de la historia del mundo.
Teniendo en cuenta la perspectiva del receptor, eso puede provocar que el evento histórico mundial de gran importancia retroceda a segundo plano.
A menudo, Canarias sale de esta manera en narraciones de la historia del mundo.
Quizás debido a su origen.
Primero, las islas fueron colonia, luego provincia española.
Un lugar que durante siglos no importaba nada a sus reyes ubicados en la península.
El primer monarca español que pisó con su pie en suelo canario fue Alfonso XIII en 1913.
Por supuesto, en la actualidad las cosas son un poco diferentes.
Según las directrices administrativas de la Unión Europea, las siete islas son una “región ultraperiférica”.
Una paráfrasis melodiosa y, por supuesto, políticamente muy correcta para decir: un “archipiélago alejado del Viejo Continente”.
Al fin y al cabo, ahora aviones e Internet facilitan que las tendencias y modas lleguen sin décadas de retraso a las islas.
Los protagonistas de la historia del mundo y su escala en Tenerife
Los acontecimientos y protagonistas de la historia del mundo siguen pasando por las aguas canarias y su archipiélago.
No obstante, eso tampoco vale ni valdrá nunca más que para una nota al pie en el – opcionalmente – prólogo o epílogo.
Probablemente, por eso, los isleños, o mejor dicho sus cronistas, anotan y glorifican meticulosamente en sus anécdotas de cualquier momento en el que un protagonista de gran importancia, sobre todo en el contexto mundial, llega a la isla.
Es más, se patrocina la llegada de posibles protagonistas de varios ámbitos de la historia del mundo de varias maneras.
Michael Jackson demostró su Moon Walkel en el Puerto de la Cruz. Al inicio de la recta final de su carrera.
Los rockeros irlandeses U2 se aprovecharon del Carnaval tinerfeño para grabar un video.
Tanto la entonces escandalosa pareja Liz Taylor y Richard Burton como Paul Newman pasaron por la isla. En el marco de proyectos cinematográficos que nunca se realizaron.
Los Beatles se pasaron unos pocos días de vacaciones en el Valle de La Orotava. Unas semanas antes de triunfar.
A mediados de la década de 1950, Winston Churchill, renombrado actor de la historia del mundo bebió su whisky en isla. Su premiada autobiografía ya se había escrito mucho antes.
Su compañero de juerga fue el armador griego Aristóteles Onassis.
En ese momento, ni siquiera el mismo griego no sabía que su futura esposa, la viuda de Kennedy, Jaqueline, existía en absoluto.
Eso no es de sorprender, dado que en ese momento su primer marido, John F., ni siquiera había proyectado la candidatura para el cargo de presidente estadounidense.
Canarias, lugar de gran valor estrategico
El motivo del paso de tantas celebridades de la historia del mundo por Canarias es probablemente la función de las islas como “hub logístico”.
Antes de la conquista española de Tenerife, Cristobal Colón hizo una escala en la isla vecina de Tenerife, La Gomera.
Y salió para descubrir América poco más tarde.
Parece que su comportamiento en el Nuevo Mundo durante los viajes posteriores fue más cruel que ejemplar.
Por lo menos, la Armada Española lo trajo a casa encadenado.
En los siguientes juicos, se perdió por poco la horca.
Tenerife también sale como actor secundario al escenario de las Guerras Napoleónicas.
Los franceses habían forzado a España de aliarse con ellos.
Eso no gustó mucho a los ingleses, algo que se plasmó en la visita de Horacio Nelson, en la isla.
La estancia del almirante en Tenerife tuvo lugar muchos años antes de la decisiva batalla de Trafalgar contra Napoleón. Nelson salió del campo como vencedor póstumo.
Debido a su triunfo fue honrado con un monumento, ubicado en un alto pilar.
La columna en su honor en Londres recibió una limpieza general con motivo de los Juegos Olímpicos de 2012.
Nelson llegó a Tenerife con siete fragatas para ocupar las islas y paralizar de esta manera el tráfico marítimo entre España y el Nuevo Mundo.
Como todo el mundo sabe, el proyecto salió mal.
Además, el almirante perdió un brazo.
Probablemente la pérdida del extremo es la causa por la qué la postura de la figura en las vertiginosas alturas sobre la Trafalgar Square londinense parece un poco extraña
Por lo menos, logró que una calle en un barrio chicharreo lleve su nombre como recompensa post mortem.
Castillos y ruinas señalan al pasado de la isla
Los vecinos de Santa Cruz, convirtieron los sucesos en un mito.
Cada año rinden homenaje a los acontecimientos de antaño con una escenificación teatral de las batallas.
En los últimos años se ha establecido una ruta con (actualmente) doce estaciones, que recorre la línea de defensa de la época.
El camino pasa por las ruinas del Castillo de San Andrés, entonces remoto pueblo pescador y campesino en el que en la actualidad está la playa capitalina de Las Teresitas.
Otros cinco monolitos equipados de carteles informativos, inaugurados a finales del año, están en los alrededores del Auditorio de Tenerife.
La Casa de Pólvora y el Castillo Negro aún existen, otros edificios históricos desaparecieron a lo largo de los últimos siglos.
Tanto por razones urbanísticas de planificación como por motivos de seguridad, porque la sustancia en ruinas no permitía ninguna otra opción.
Tenerife juega también un papel en el prólogo del probablemente motín más conocido de la historia del mundo.
No obstante, ese hecho no es tan conocido como la batalla naval de la época napoleónica.
Unos diez años antes del ataque fallido de Nelson, la nave HMS Bounty anclaba en las aguas de Santa Cruz.
El recorrido de la nave terminó en aguas del Mar del Sur por el sublevamiento, fundamento de una variedad de guiones cinematográficos.
Antes del famoso motín El HMS Bounty amarró en Tenerife
El HMS Bounty llegó a Tenerife el 4 de enero de 1788.
Durante la primera escala del viaje, nada señala los futuros sucesos.
Guardias, ubicados en el macizo de Anaga, señalaron su llegada al centinela de la torre del Castillo Negro, la fortaleza aún existente junto al Auditorio de Tenerife.
La fragata zarpó el 23 de diciembre de 1787 en British Spithead. Según documentos antiguos, se trataba de un barco de cuatro años, 27 metros de eslora, con una bodega de carga que albergaba 215 toneladas de carga.
La misión del barco de la marina británica, que originalmente llevó el nombre “Bethia”, era la exploración de la flora en el Mar del Sur.
El “fruto de pan “, una especie de árbol que creció en Tahití en abundancia.
La idea era, cultivar la planta a gran escala en las Antillas para alimentar a los esclavos de esta región de forma barata y nutritiva.
El mando lo llevó capitán William Bligh, que había estado en Tahití en un viaje anterior en la que aborígenes mataron a su comandante James Cook.
Poco después de su llegada, Bligh envió a su adjunto,
Flechter Cristian, a las autoridades de Santa Cruz para obtener el permiso administrativo para comprar y cargar provisión de alimentos.
Bligh notó cuidadosamente los acontecimientos durante la escala en Tenerife.
Elogió el vino y lamentó que la comida era escasa y cara.
No había maíz, papas, calabazas, cebollas y ni siquiera carne de bovino de calidad inferior o aves de corral.
Según Bligh tampoco había fruta fresca, “probablemente fue porque era invierno”.
Finalmente logró comprar una gran cantidad de higos secos, una pequeña cantidad de naranjas y suficientes limones para protegerse contra el escorbuto, enfermedad causada por deficiencia de vitamina C.
En otras épocas, Tenerife no entusiasmó a visitantes
Se necesita mucha imaginación para visualizar las circunstancias de esa época en la actual capital tinerfeña.
Solo a lo largo del último siglo, la zona costera de Santa Cruz ha cambiado su aspecto por completo varias veces.
El hospicio de San Carlos y su fundación ocupan gran parte del relato del capitán Bligh.
Numerosos comerciantes extranjeros, en su mayoría de origen irlandés, que vivían del próspero negocio de importación y exportación, residían en lo que entonces era la céntrica Plaza Fuerte.
En cambio, la mayoría de la populación era pobre.
Malas cosechas y el hambre también llevaron a Tenerife gran parte de la población de otras islas.
En Fuerteventura, por ejemplo, había apenas 4.200 personas en el siglo XVII, pero solo el cinco por ciento de ellos podía vivir de los alimentos que allí se producían.
Por eso, el gobierno insular de Tenerife hizo todo lo posible para fomentar la emigración a América.
Ante la falta de fondos para ayudar a los pobres, los ciudadanos acaudalados establecieron la Junta de Caridad para administrar casas de caridad que proporcionaban cama y pan a 1.400 personas.
Sin embargo, eso no era mucho más que una gota en el océano.
Otro proyecto fue el Hospicio San Carlos, que albergó un hospital y talleres de formación y producción en un terreno cedido por José Carta.
La fachada del edificio, más tarde también cuartel, aún se conserva en la plaza de Candelaria.
Es el edificio bastante discreto frente a McDonalds, que, como indica el anuncio descolorido, más tarde también albergó un banco.
Hoy el edificio está en venta porque el propietario, el Ayuntamiento de Santa Cruz, no tiene suficientes fondos para restaurarlo.
Cuarentena obligatoria para prevenir enfermedades
El Capitán Bligh visitó también instalaciones que tanto fabricaban y teñían lino y seda como producían capas y cintas.
Según los estatutos, los alumnos eran admitidos durante cinco años.
Según Bligh, fue gracias a esta “institución humana que muchas personas se convirtieron en “personas trabajadoras y útiles en un país donde los pobres, animados por el clima agradable, prefieren vivir una vida de inactividad”.
Esto también fue posible porque, además del apoyo espiritual, había algo así como atención médica.
Bligh describe lo que entonces era Santa Cruz como un asentamiento “de un kilómetro en cada dirección, formado por lujosas casas y calles mal pavimentadas”.
Menciona el gran temor de los habitantes a las enfermedades importadas, por lo que los tripulantes de los barcos solo podían desembarcar si tenían un certificado médico.
Bligh tuvo la suerte de que se aceptara su declaración jurada sobre la salud de su tripulación, aunque no tenía documentación que la respaldara.
El Bounty partió de Tenerife el 10 de enero. No hubo nada que indicaba al motín posterior.
Sin embargo, el “Bounty” no pudo circunnavegar el Cabo de Hornos debido a las fuertes tormentas y, por lo tanto, se vio obligado a llegar a los Mares del Sur a través del Cabo de Buena Esperanza y Australia.
Llegó a Tahití a fines de octubre de 1788.
Allí, los amotinados metieron a Bligh y sus seguidores en una pequeña barcaza que, tras 44 días de travesía por mar, llegó a la isla de Timor.
La carrera del capitán Bligh destaca por altibajos
En 1790, después de su juico ante el tribunal militar, Bligh hizo un segundo viaje a Tahití por los árboles del pan.
Más tarde llegó a ser almirante.
Diez años después del incidente del “Bounty”, tiene que sobrevivir a dos motines más.
El peor momento para él comienza en 1805 cuando es nombrado gobernador del sur de Nueva Gales.
Allí se hizo impopular entre los ricos terratenientes debido a la introducción de impuestos y la prohibición del alcohol.
A continuación, es desterrado como prisionero al “HMS Porpoise” durante 18 meses.
Después de su regreso a Inglaterra, fue ascendido a contraalmirante, pero ya no recibió el mando y murió en Londres en 1817.
No hay mucha información sobre el carácter y la personalidad de los protagonistas del motín en el “Bounty”.
Por eso novelistas y guionistas presentaban su muy particular versíón de los acontecimientos y preferían utilizar el estereotipo del “viejo lobo” que se ve obligado a enfrentarse al impetuoso joven.
La realidad fue probable de otra manera.
Claro que sí: en 1788, William Bligh ya llevaba una década y media en el mar.
A pesar de esto, solo tenía 34 años en el momento del motín.
En otras palabras: en ese instante el oficial británico era más joven que Clark Gable, Marlon Brando y Mel Gibson, los tres actores más conocidos de su joven adolescente, Fletcher Christian, durante el rodaje de la película.
(La versión alemana publicada en Megawelle, 2011 -2016)