Las guerras entre las tribus marcaban la vida del guanches

Las rivalidades de la época pre conquista se plasmaban en las guerras de los guanches.

Los aborígenes de Tenerife no eran pueblo pacífico, se enfrentaban constantemente en escaramuzas y conflictos armados entre sí.

En las guerras de los guanches, se luchaba por las cosas básicas de la vida.

Con el paso el tiempo, salieron rituales para evitar hostilidades porque guerras demasiado largas podían amenazar la supervivencia de todas las partes involucradas.

El origen de las formas arcaicas de sociedad en Tenerife se remonta al siglo IV d.C.

Tras el colapso del dominio romano sobre el suroeste de Europa y África, las siete islas frente a la costa del norte de África cayeron en el olvido.

En Tenerife surgió una cultura propia que se plasmó en nueve áreas tribales: los “menceyatos”.

Según la leyenda, la población había aumentado tanto a lo largo de los siglos que el cacique de Adeje repartió la isla entre sus hijos.

Los nombres de los reinos guanches están presentes en los nombres de muchos lugares y regiones de las islas.

Antes de la conquista española de Tenerife en 1496, los guanches vivían principalmente de la ganadería.

La gran diversidad vegetal de la isla plasma en muy diferentes condiciones de vida que a menudo provocaban conflictos.

No es de extrañar que el príncipe más poderoso vivía en Taoro, en el fértil y pintoresco valle de La Orotava.

Desde su niñez, los guanches se formaban en las técnicas de guerra  de su época
Desde su niñez, los guanches se formaban en las técnicas de guerra de su época

Curiosamente, los científicos naturales del siglo XIX, los precursores del turismo masivo, se decantaron también por esa región.

Las frecuentes peleas marcaban la estructura social jerárquica guanche.

La nobleza formaba la clase alta de una tribu.

En otras palabras: Los guerreros.

La sociedad guanche era muy jerarquizada

Los hijos de la nobleza entraban en la casta guerrera tras haber alcanzado los años casaderos.

Anteriormente, debían aprender los valores y normas que marcaban la vida de la tribu desde muchas generaciones.

La eficacia del luchador se basa en coraje, poder y fuerza, pero también en inteligencia y habilidad táctica.

Por eso entrenaban el lanzamiento de rocas pesadas y pasaban por pruebas de coraje mortales.

El robo de ganado en el territorio de otras tribus formaba parte de la formación.

El “Mencey” encabezaba una tribu guanche.

La añepa, el largo bastón, a lo que algunos restaurantes deben su nombre, señalaba su dignidad.

La descendencia heredaba la destacada posición del mencey, que  se manifestaba en una variedad de maneras.

Cuando el líder tribal se mudaba a un nuevo alojamiento, llevaba una larga lanza de madera frente a su pecho y los ancianos de la tribu le acompañaban.

La disposición de las cuevas y las chozas de piedra de una tribu refleja también la jerarquía social del menceyato.

El Mueso de la Naturaleza y el hombre de Santa Cruz visualiza las guerras guanches en grandes imágenes
El Mueso de la Naturaleza y el hombre de Santa Cruz visualiza las guerras guanches en grandes imágenes

El Mencey, su clan y la nobleza residían en la parte más alta de la ladera. Los escuderos, encima de la gente común.

Para problemas internos, no estaba permitido al guerrero dirigirse a una mujer excepto que ella le hablara o le preguntara algo.

La violación de esta regla conllevaba la pena de muerte.

Desde muy joven, se preparaba a los hijos de la casta alta para su futuro como guerrero.

Los comportamientos apropiados se les transmitía de forma lúdica.

Incluso los niños más pequeños tenían que atrapar pelotas hechas de tierra o esquivarlas.

Luego seguían ejercicios de precisión en el lanzamiento de piedras; más tarde en el lanzamiento de jabalina y simulacros de combate.

Las fiestas interrumpieron las guerras de los guanches

A diferencia de los pueblos más desarrollados, el objetivo de las guerras guanches no era destruir a sus oponentes o capturarlos.

Tras el final de los combates, ancianos, niños y mujeres podían volver a sus hogares.

A pesar del conflicto, las partes enfrentadas se consideraban miembros de un solo pueblo debido al idioma y la cultura comunes.

Algunos motivos de las guerras de los guanches eran el robo de ganado, la conquista de tierras de pastoreo y causas políticas.

Los recursos eran escasos. A menudo se formaban alianzas, principalmente entre clanes vecinos.

Los combates y las alianzas terminaban tras haber logrado el objetivo de la lucha.

Por razones geográficas, a los guanches no les era fácil estar permanentemente preparados para la guerra.

Los pastores apacentaban su ganado en prados muy espaciados en terrenos montañosos de difícil acceso.

A menudo tenían que usar palos largos para superar obstáculos. Las técnicas de entones reflejan el deporte autóctono del salto de pastor.

Por falta de medios de comunicación adecuados, los guanches utilizaban silbatos y señales de humo.

Debido a estas técnicas de comunicación la movilización de las unidades de combate requería mucho tiempo.

Dado que un estado de guerra prolongado perjudicaba el sustento de todas las partes involucradas, a menudo los hombres más fuertes de los clanes hostiles resolvían el conflicto compitiendo entre sí.

Por regla general, estos duelos terminaban con la muerte del perdedor; el vencedor dictaba los términos.

Como en la Grecia antigua, en el mundo guanche las fiestas más importantes interrumpían la guerra.

Por eso era posible que los combatientes podían pasar por territorio enemigo durante la fiesta de la cosecha de Benjesmen u otras festividades importantes.

Mujeres: las enfermeras de las guerras de los guanches

Como en muchas otras culturas, para los guanches la guerra era cosa de hombres.

La tarea de las mujeres consistía en curar las heridas y enterrar a los caídos.

Algo que pasaba con frecuencia.

La investigación de hallazgos y restos óseos en el sur de la isla revelan, que una quinta parte de la población guanche tenía heridas provocadas por violencia.

El noventa por ciento de estos no fueron letales, pero muchas veces la víctima hubiera muerto a causa de sus heridas sin la atención de otros miembros del grupo.

Los guanches conocían varios métodos para tratar las lesiones.

Ellos abrían las heridas, las quemaron, las dejaron con costras y entablillaban brazos y piernas rotas.

Mientras el objetivo de las guerras de los guanches era resolver conflictos locales, los conquistadores españoles eran mucho más ambiciosos.

Mientras los indígenas adoraban los fenómenos naturales, para los conquistadores Dios siempre estaba de su lado.

Por eso enviaban misioneros a las “Islas Afortunadas” como vanguardia espiritual para sembrar la discordia entre los lugareños.

El Papa incluso elevó la campaña de Canarias al rango de cruzada.

Mientras la mayoría de las tribus de las otras islas se rindieron pacíficamente, las tribus de Tenerife se unieron para protegerse de la amenaza exterior e incluso derrotaron a los españoles.

De nada les sirvió, los líderes del levantamiento fueron capturados y murieron lejos de casa en prisiones enemigas.

(La versión alemana, publicada en Teneriffa Panorama, 2004 – 2007)