César Manrique es el artista más popular de Canarias.
Su nombre y sus obras dejaron huellas en la región y representan una época.
César Manrique es tanto reflejo de los acontecimientos, corrientes y fluctuaciones que afectaron a su vida como protagonista de gran fama cuyas obras son señales del espíritu contemporáneo.
Sus obras de arte están en las siete islas del archipiélago.
Hace más de tres décadas, Manrique creó el paisaje del Lago de Martiánez.
Una instalación arquitectónica en la costa del Puerto de la Cruz, compuesta de un conjunto de terrazas, lagos artificiales y palmerales.
La muy cercana Playa Jardín también lleva su sello creativo.
Para su isla natal de Lanzarote, el artista creó un logotipo de alto valor de reconocimiento.
El símbolo colorido combina el sol, los cuerpos celestes, los picos volcánicos y las columnas de lava.
El logo también reúne todas las características que llevan a los que desprecian el arte abstracto a decir: “Mi hijo también puede hacer eso”.
Afirmaciones de esta manera no son nuevas y probablemente coincidan con la intención artística.
Picasso ya dijo que uno de los objetivos de su obra era recuperar la perspectiva inocente de los ojos de los niños.
En nuestros días, el arte es más que nunca enlazado con la persona del creador.
Intencionalmente o no, el artista se convierte en protagonista.
Eso muestra la retrospectiva “César Manrique – La conciencia del paisaje” en el Espacio Cultural CajaCanarias.
La exposición no se limita a la presentación de las obras sino refleja también la vida y las inspiraciones del artista.
La sala, en la que megáfonos cuelgan del techo, está dedicada a la afición de Manrique por actuaciones y acciones para ponerse en escena como “conciencia del paisaje”, como revela el subtítulo de la exposición.
La vida de César Manrique tiene muchas facetas
La exposición visualiza el desarrollo artístico y personal de Manrique.
Hace comprensible el alejamiento del trabajo figurativo hacia formas abstractas y documenta la metamorfosis del voluntario menor de edad de la guerra civil en el mando franquista al activista que advierte de las destructivas consecuencias medioambientales de la expansión de los coches.
Es ironía del destino que César Manrique muere en un accidente de tráfico, atropellado por un coche.
César Manrique nació en Lanzarote en 1919 en el seno de una familia de comerciantes de clase media.
A principios de la década de 1940, comenzó a estudiar arquitectura técnica en la Universidad de La Laguna.
Gracias a una beca, pudo estudiar arte en Madrid para convertirse en profesor de arte.
Sus primeras obras son estudios de la naturaleza con colores intensos.
Luego recurre a formas de expresión surrealistas y crea obras que recuerdan vagamente a sus ídolos Picasso y Matisse.
A mediados de la década de 1950, los experimentos estilísticos culminan en formas abstractas y composiciones de color experimental de la pintura no figurativa.
También crea murales de gran formato en Lanzarote.
En 1964 Manrique se traslada a Nueva York donde bebe de las tendencias del momento creadas por artistas como Jasper Johns, Andy Warhol, Roy Lichtenstein y Frank Stella.
A pesar de las grandes diferencias en la forma de trabajar, tienen una cosa en común, para esos artistas el mensaje artístico no consiste en los objetos y motivos sino en el lenguaje de los colores y las formas.
César Manrique vuelve de Nueva York a Lanzarote
La exposición de CajaCanarias, revive esta etapa de la vida de Manrique mediante un collage de discos, muchos del estilo soul y fotografías de personalidades de esta época en las paredes.
El mega-collage probablemente pretende ilustrar la agitación interna de Manrique, causada por los estímulos que proyecta la gran manzana, un sitio marcado por dura competencia y poblada por multitudes anónimas.
En 1966 huyó de Nueva York para volver a su isla natal, porque “En Lanzarote está mi verdad”.
Una afirmación lacónica y patética que documenta la situación actual sin referirse al motivo de su mudanza al otro lado del Atlántico que se podría resumir en el dicho: “El profeta es nadie en su tierra”.
Incluso hoy en día mucho talento de todos los géneros sale de su país y se traslada a la capital española o a otra metrópolis
Dado que la competencia también es muy feroz en la metrópoli española, muchos no logran un gran avance y regresan a casa, enriquecidos por algunas experiencias.
Desde la perspectiva profesional, la estancia de César Manrique en Estados Unidos no le trajo el éxito que pretendía.
Pero sirvió como fuente de inspiración respecto a la elección de futuros temas artísticos y la puesta en escena de su persona.
La vuelta a la isla natal parece a primera vista un paso atrás. No obstante, es decisión muy premeditada.
La evolución turística de los proyectos de planificación y construcción asociados ofrecieron a personas con la cualificación y las habilidades de Manrique un amplio campo de actividad.
César Manrique se inspira en el simbolismo y la pintura rupestre
Una de las primeras obras es la casa “Taro de Tahíche” construida por Manrique en 1968.
La edificación en un paraje, rodeada por cinco burbujas volcánicas, refleja sus ideas respecto a la habitabilidad y sus preferencias.
La casa sirve tanto como señal de arquitectura (urbanística) como herramienta de marketing.
La isla de Lanzarote se convierte en su tema central de su pintura.
Muchas obras reflejan los matices cromáticos del paisaje desértico.
Manrique esboza en grandes formatos la vida silvestre local y las formaciones geológicas de isla.
Las fuentes de inspiración son el simbolismo de la pintura rupestre y la consistencia de los elementos de la naturaleza como rocas o plantas.
Además, crea relieves mediante estrato de pintura para hacer sensualmente tangible la atmósfera única que difunde Lanzarote.
A menudo, los motivos centrales como lagartijas y crustáceos se fusionan con el desértico paisaje del fondo.
Los relieves en el lienzo, creados por varias capas de espesa pintura, que consta de muchas capas, difunden toques de cadenas montañosas escarpadas.
El diseño de paisajes turísticos como el Lago Martiánez está basado en los elementos y fenómenos geológicos de la isla natal de Manrique.
Sus carrillones de viento, muy frecuentes en Lanzarote, son también resultado de su análisis artístico de las condiciones climáticas y paisajísticas de las Islas Canarias.
Preservar la naturaleza y hacerla accesible es el objetivo
El compromiso medioambiental de Manrique se dirige principalmente contra las consecuencias del turismo de masas y sus gigantescas infraestructuras y edificaciones.
Fue capaz de frenar la construcción de los altos hoteles en, su isla natal y evitar la colocación de grandes vallas publicitarias que estropeen el paisaje.
Todas las actividades de César Manrique tenían la intención de preservar la naturaleza y hacerla accesible a las generaciones futuras.
La poesía también fue herramienta para lograrlo.
Por eso, los visitantes de la exposición están invitados de escribir un deseo en una hoja de papel y pegarla en las ramas de un árbol pintado en la pared.
César Manrique. “La conciencia del paisaje”. Hasta el 10 de agosto en los espacios expositivos del “Espacio Cultural CajaCanarias” en la Plaza del Adelantado de La Laguna y en la Plaza de Patriotismo de Santa Cruz, en el Parque de los Príncipes.
(La versión alemana publicada en Megawelle, 2011 – 2016)
