El Museo de la Ciencia y el Cosmos, anima a los más pequeños a entusiasmarse para la tecnología y la investigación.
Hoy se va a visitar el Museo de la Ciencia y el Cosmos por la tarde. Porque los domingos la entrada es libre.
Los niños están muy entusiasmados: León, Robin y Amanda corren a velocidad vertiginosa por los planos escalones de la amplia escalera que conduce a la sala de exposiciones.
Natalie les sigue a cierta distancia. Ella lo ve todo un poco más relajado.
Ya tiene seis años, tres años más que los otros.
Las madres y los padres apenas pueden seguir el ritmo de los niños.
En vano les advierten de no correr tan rápido.
No se dan cuenta, que el museo prepara mentalmente a sus visitantes, mientras pasan por el largo vestíbulo de entrada.
El símbolo del museo, una enorme antena parabólica, aparece en la ventana al lado izquierdo.
Enfrente están dos muñecos en trajes espaciales con cascos transparentes, donde se pone el rostro para salir en la foto como astronauta.
En la parte de arriba de la pared de hormigón están fijados modelos de los planetas de nuestro sistema solar, desde Mercurio hasta Plutón.
Mientras tanto, León, Robin y Amanda llegan a la sala de exposiciones y corren hacia la jaula de alambre en la que una pantalla ilustra el ritmo cardíaco mediante del ECG.
Un panel informativo explica que los niños tienen 350 huesos en lugar de los 206 de los adultos, ya que muchos huesos pequeños se fusionan con otros con el tiempo.
Además, informa que los vasos sanguíneos del cuerpo humano tienen 96.000 kilómetros de largo y las arterias principales tienen 2,5 centímetros de diámetro.
Montar rompecabezas en el Museo de la Ciencia y el Cosmos
Sin embargo, Robin, León y Amanda no están particularmente interesados en eso porque pasará mucho tiempo antes de que puedan leer.
No obstante, les encanta trepar en las barras de la jaula.
Los tubos también son geniales.
Los tubos visualizan, que los vocales están formados por una variedad de técnicas de respiración formados en la garganta.
No es que los pequeños ahora puedan dar una conferencia sobre la lingüística tras haber experimentado con esa pieza de exposición.
Sin embargo, es muy divertido producir diferentes sonidos presionando los tubos.
La próxima parada es el rompecabezas.
Aquí hay que juntarse diferentes elementos en un tablero magnético para crear dos dinosaurios.
Los dos más pequeños bribones se suben con entusiasmo al tablero y comienzan montar las piezas del rompecabezas.
Mientras tanto, Natalie intenta con la ayuda de su madre, montar con una variedad de piezas verdes los diferentes continentes en un mapa del mundo en la mesa de al lado.
Luego marcha hacia los “Anillos de Saturno”.
Allí se enseña que los mismos polos eléctricos se repelen.
Natalie aún no sabe exactamente qué son los polos eléctricos, pero le encanta presionar un botón para hacer que muchos discos de metal saltan sobre una tubería.
También es divertido en la caja grande donde León se sienta frente a su mami, separados por un panel de vidrio.
Con el cambio de las condiciones de luz, sus rostros, que anteriormente se reflejaban en el vidrio, se fusionan en un rostro completamente nuevo.
Los niños levantan un coche de peso y tamaño natural
Por supuesto, en el Museo de la Ciencia y el Cosmos hay también una lupa gigante, que muestra las personas muy hinchadas y una muy divertida cámara que distorsiona las facciones e incluso, desfigura las caras por completo.
El Austin Mini fascina a Robin, León, Amanda y Natalie.
Ellos están muy encantados de poder levantar el coche de peso y tamaño natural, veinte veces más pesados que ellos mismos, mientras cuelgan al extremo opuesto de una larga viga de acero.
¡La ley de la palanca puede ser así de simple! ¡Realmente funciona!
Los pequeños investigadores exploran con mucho gusto el hemisferio que explica el origen de las estrellas.
Es impresionante cómo brillan los cuerpos celestes y lo hacen debido a explosiones que explotan en su interior, creando polvo magnético con carga eléctrica.
Claro que sí, los detalles no les importan mucho a nuestros pequeños héroes.
Esparcir polvo gris sobre una cúpula blanca, es mucho más importante.
El análisis abstracto de la estabilidad de las estructuras individuales tampoco despierta el interés de los jóvenes científicos.
Es mucho más importante, jugar, experimentar e incluso quitar cubos apilables.
Esto probablemente no coincide exactamente con la idea de la dirección del museo, que pretende transmitir en ese módulo que una pirámide es mucho más estable que un alto rascacielos y si se sacude la base.
La cámara oscura es muy enigmática.
En su interior, las sombras en la pared quedan visibles a pesar de que la luz se apagó hace mucho tiempo.
¿La causa?
Ni los niños ni sus padres pueden explicarlo exactamente.
El Museo de la Ciencia y el Cosmos hace asombrar a los adultos
La incubadora, descubierta por las madres, causa mucha estupefacción.
Aquí no solo se simula un nacimiento mediante modelos anatómicos, sino que también se incuban los huevos.
Incluso, un pollito salió del cascarón hace unos minutos, Robin y León ahora presionan con devoción sus narices contra la ventana de vidrio de la incubadora.
Aunque los pequeños todavía están muy lejos del comienzo de carreras académicas, aciertan en algunas cosas mejor que los grandes.
Son mucho más veloces en encontrar su camino por el muy oscuro laberinto de espejos, por ejemplo.
El aprendizaje lúdico es el concepto del Museo de la Ciencia y el Cosmos, que supervisa el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).
El museo no solo asombra a niños de todas las edades, a menudo los adultos también se sorprenden de la facilidad con la que se puede explicar complicados contextos científicos.
Sin embargo, no todos los experimentos son adecuados para todas las edades.
Los agujeros negros, en los que las estrellas desaparecen en el espacio, están explicados mediante un embudo azul, por cuyo borde corre una bola blanca como en una ruleta hasta desaparecer en el agujero del fondo.
No obstante, poner la pelota en movimiento no es fácil. Incluso Natalie, de seis años, solo lo alcanza con la ayuda de su madre.
Luego, ambos marchan a la siguiente exhibición que explica la función de la pupila mediante bombillas, que se enciende con un botón.
El módulo del zoom hechiza a los adultos.
Ellos intentan tanto encontrar su lugar de residencia en la isla como mirar en las profundidades del cráter del Teide.
Un módulo saluda al visitante en 55 idiomas
A cambio, a Robin le gusta mucho sentarse en el simulador de vuelo al lado para sentirse como un piloto de jet, algo de lo que probablemente no sabe de qué se trata.
La computadora con las fuentes interesa más probablemente a los adultos.
El monitor muestra las palabras y nombres escritas con el teclado en caracteres fenicios, jeroglíficos egipcios o escritura rúnica canaria antigua.
Lo mismo ocurre con el mapa que no solo explica que hay más de 3000 idiomas en el mundo sino que saluda al visitante en los 55 idiomas principales del planeta tras haber pulsado un botón.
Informa también que el idioma Wu es hablado por solo el nueve por ciento de los chinos en la región de Shanghai.
No obstante, en esta región china viven más persona que en España o en Alemania.
En el museo hay también un planetario en lo que un show multimedia explica el universo. Además se dan de vez en cuando películas de ciencia ficción como “Blade Runner”.
Al Museo de la Ciencia y el Cosmos pertenece una maqueta que explica el observatorio del Teide.
Por supuesto, hay una cafetería donde el padre o la madre agotados pueden fumar un cigarrillo sobre la marcha para relajarse.
Mientras los niños continúan sus excursiones, a pesar de que su receptividad mental está agotada después de cierto tiempo.
Por lo tanto, vale la pena visitar el museo varias veces. Museo de la Ciencia y el Cosmos, Vía Láctea / La Laguna Tel.: 922 31 50 80 Mar – Dom: 9 – 19 h
(La versión alemana, publicada en Teneriffa Panorama, 2004 – 2007)