Modelo de un animal fantástica de la isla de San Borondón

Hay palabras y conceptos que están presentes por todas partes en las Islas Canarias. “San Borondón”, por ejemplo.

Hay restaurantes y  empresas que llevan ese nombre. Un agua mineral y una emisora ​​de radio también deben su nombre a ese fenómeno.

Por supuesto, hay algo misterioso que esconde San Borondón.

La expresión es sinónimo de la tierra de los sueños, a los que solamente unos pocos elegidos tienen acceso.

San Borondón es inexplicable y misterioso.

Desaparece cuando te acercas tras haberla visto desde lejos.

San Borondón es el nombre de una enigmática isla al borde exterior de las aguas canarias, cuya tenebrosa existencia se adivina en el horizonte.

Sin embargo, no se sabe si es una isla de verdad o simplemente una peculiar formación de nubes.

Boceto de un volcán, ubicado en San Borondón
Boceto de un volcán, ubicado en San Borondón

Por lo tanto, la isla también se llama “Non Trubada”, la “inalcanzable”.

El significado mítico es probablemente la razón por la que un grupo folclórico se llama “Non Trubada”.

No obstante, hasta el momento nadie pisó con su pie en el suelo de San Borondón.

La isla tiene 87 leguas de largo y 40 leguas de ancho  (la antigua legua española tiene 5,57 kilómetros).

También hay información precisa sobre la ubicación.

La isla está 100 leguas al suroeste de La Palma y 40 leguas al noroeste de El Hierro y destaca por su peculiar geografía.

En su centro hay un hueco, en el norte y el sur se elevan montañas poderosas, siendo el norte el más alto.

En San Borondón hay una maravillosa flora y fauna.

Esos hechos tienen lamentablemente su base en declaraciones de testigos de naufragios y de náufragos.

Por lo tanto, no parecen muy creíbles.

Hay muchas leyendas sobre las Islas Canarias y San Borondón

Sin embargo, las raíces de la leyenda de la isla mística llegan hasta a la antigüedad.

El término “Islae Afortunadas”, “Islas Felices”, para las Islas Canarias, entonces deshabitadas, proviene del historiador romano Ptolomeo del siglo II d.C.

Entonces se sospechó también los legendarios Jardines de las Hespérides y el legendario continente de la Atlántida en aguas canarias.

El nombre San Borondón parece derivar de la saga celta San Brandán, que proviene de la época de la cristianización de las Islas Británicas.

Seres fantásticos: modelo de un animal  que vive en hábitat de San Borondón
Seres fantásticos: modelo de un animal que vive en hábitat de San Borondón

El ermitaño Barinthus cuenta a su primo Brandán de haber descubierto, junto con el monje Menoc, una isla misteriosa.

En este lugar, dice, donde viven los santos después de la muerte, estuvo también el Adán bíblico.

Brandán parte inmediatamente en busca de la Tierra Prometida.

Con el barco “Trinidad” pasa por una odisea de siete años y encuentros con demonios, pigmeos y peligrosas serpientes marinas.

Además, descubre las islas volcánicas a donde fue exiliado Judas, pobladas de ovejas gigantes y pájaros enigmáticos.

Sin embargo, no alcanza la meta deseada.

La saga es precursora de la leyenda de la búsqueda del Santo Grial escrita unos ochocientos años más tarde.

Entre el siglo XV y 1732 hubo al menos siete expediciones fallidas para localizar San Borondón.

La infructuosa búsqueda de San Borondón está registrada en libros de historia canaria.

Sin embargo, probablemente la expedición más espectacular no tuvo lugar hasta el siglo XIX, realizado por el naturalista británico Edward Harvey.

En el siglo XIX, un misterio entusiasmó a los escritores

En la primavera de este año se le dedicó la exposición “San Borondón, la isla descubierta” en la “La Recova” de Santa Cruz.

La expedición era un proyecto ridículo, pero encajaba bien con los tiempos, caracterizados por historias fantásticas y espíritu pionero.

En ese momento, a los intelectuales ingleses decantaron historias de terror como “Drácula” o “Doctor Jekyll y Mister Hyde”.

Vistas a una bahía de San Borondón
Vistas a una bahía de San Borondón

Robert Stevenson escribió “La isla del tesoro”.

Stanley y Livingstone exploraron la jungla africana alrededor del lago Victoria y Rudyard Kipling acompañó a las tropas coloniales británicas en sus campañas sobre el paso de Khyber.

Arqueólogos del Reino Unido excavaron a lo largo del Nilo en busca de los tesoros de los faraones.

Carter encontró a Tutench Amun.

En otros países, escritores e investigadores también buscaban y exploraban nuevos mundos.

Julio Verne escribió la novela “20.000 leguas de viaje submarino”,

Heinrich Schliemann excavó las ruinas de Troya y Karl May siguió los pasos de los indios sin haber puesto un pie en los países en los que transcurría la trama de sus novelas.

En este contexto, la expedición de Harvey ya no parece tan vertiginosa.

A los dieciocho años, Edward Harvey comenzó a estudiar botánica y mineralogía, patrocinado por la Royal Society.

Poco después, en 1859, participó en una expedición por África y publicó un tratado sobre la flora desconocida de la costa africana.

Tres años más tarde, otro viaje de investigación, financiado por la mencionada Royal Society británica, lo trajo a Madeira, La Palma y Tenerife, donde observó una gran variedad de flora y clima.

Un explorador presume de haber puesto su pie en San Borondón

En Tenerife, Harvey oyó gente hablar de San Borondón por primera vez y se quedó fascinado.

En opinión de Harvey, la isla tenía que existir ya que “las leyendas siempre se basan en alguna verdad”.

Hasta ese momento, ya había tenido lugar un gran número de expediciones y muchas personas presumían de haber visto la isla.

Harvey quería pasar a la historia como el descubridor de San Borondón.

Se lanzó a este proyecto con mucha ilusión, abandonó la “Royal Society”, su anterior patrocinador, y viajó a Tenerife.

Después de conversaciones con las autoridades militares y civiles, el representante local de una empresa comercial británica le consiguió un barco.

Integrantes del equipo científico exploran la isla de San Borondón
Integrantes del equipo científico exploran la isla de San Borondón

A principios de 1865 Harvey empezó su expedición en la que quisiera haber explorado San Borondón del 14 al 21 de enero. Para comprobar sus investigaciones, presentó las anotaciones de su diario y fotografías.

Tras su regreso a Londres, se retiró a preparar sus “grandes descubrimientos”.

Sin embargo, en este momento, Edward Harvey no gozaba de la mejor salud.

En su viaje a África había contraído un virus desconocido que le provocaba alucinaciones y ataques febriles.

No logró convencer a los expertos de sus hallazgos.

Rápidamente perdió su reputación como científico y sus colegas lo declararon loco.

Edward Harvey murió olvidado en 1903.

Las fotografías eran la causa de las dudas

La calidad de sus fotografías fue probablemente una de las razones que causaban dudas en sus contemporáneos.

En décadas de los años cuarenta y cincuenta del siglo XIX se realizaron y se documentaron fotográficamente las expediciones.

En comparación con las posibilidades técnicas existentes en su momento, el equipo técnico de Harvey no alcanzó el último nivel.

No obstante, no es posible determinar en qué medida las fotografías sufrieron durante el transporte o que fueron manipuladas por los expedicionarios.

San Borondón, en cambio, siguió siendo un lugar mágico y enigmático a pesar del fracaso de la expedición de enfrentamiento de Harvey.

Mirando las fotografías y dibujos de Harvey y sus colaboradores,  la isla parece un mundo de ensueño muy surrealista marcado por volcanes poderosos, selvas impenetrables y cascadas imponentes.

La fauna es también muy asombrosa.

Aquí vieve el “Draco Telli”, más o menos un lagarto, el “Paudo” nativo “Oculimagnus Sanborondensis” parecido a una tortuga, el sapo picudo “Coxabrevis lenta”, el pájaro veloz “Stokedenis Agilis” y el majestuoso pterosaurio mutante “Regina Raptoris”

Edward Harvey con frutas de la isla en las manos
Edward Harvey con frutas de la isla en las manos

(La versión alemana, publicada en Teneriffa Panorama, 2004 – 2007)