A lo largo del último medio siglo, Tenerife ha sufrido una vertiginosa evolución económica y social. La población se ha más que doblado, el terreno urbanizable ha disminuido. La consecuencia: a menudo hay poca sintonía entre reivindicaciones del desarrollo urbanístico y la conservación del patrimonio histórico.
Más de dos tercios de toda la edificación en la isla, se construyó en esta época, tanto por el aumento del número de habitantes como por la evolución turística y la necesidad creciente de espacio habitable por persona.
El sector de construcción en la actualidad, uno de los pilares e indicadores más importantes de la economía tinerfeña hasta el momento, nació a finales de los años setenta durante el primer auge de la económica española.
Al inicio de los ochenta empezaron los planeamientos para equipar las zonas urbanas más destacadas con edificios modernos y representativos.
La coincidencia de la necesidad de crear una forma de expresión arquitectónica apta para servir como símbolo de la joven democracia española y la posibilidad de su financiación, gracias a grandes cantidades de los fondos de la Unión Europea, dio como resultado obras sobre todo públicas, como la Presidencia del Gobierno de Canarias, el Recinto Ferial o el Auditorio de Tenerife.
Revitalizar los centros de las ciudades es una necesidad
La isla tiene fama de albergar una excelente arquitectura contemporánea.
No obstante, donde brilla la luz siempre hay sombra.
La creación de nuevos centros comerciales con una abundancia de aparcamientos en la periferia, retiró una gran parte del poder adquisitivo de los centros tradicionales, lo que obliga a las Administraciones a realizar grandes esfuerzos para revitalizar estas zonas, espacios donde anteriormente tuvo lugar la vida pública.
En el mundo turístico domina una arquitectura extremamente uniforme que, en general, no tiene ninguna relación con las características que marcan su entorno.
Una gran parte de la primera generación de urbanizaciones construidas se realizaron con estrategias y plazos relativamente cortos, lo que genera aires de negligencia y abandono.
En los setenta, cuando se produce en Tenerife la primera gran actividad económica en el ámbito de la construcción, no existió la conciencia por respetar el valor arquitectónico de los edificios existentes, que se sustituyó por una nueva edificación, exclusivamente funcional, en gran parte hecha de elementos prefabricados de hormigón.
De esta manera se pierde mucho valor patrimonial.
Un ejemplo es la Plaza de La Candelaria en el corazón de Santa Cruz, donde se derribaron casi todas las casas del siglo XVII.
En La Laguna, en la Plaza del Cristo, las intervenciones en los laterales como en el suelo fueron bastante desafortunadas y convirtieron este espacio, junto con la Plaza del Adelantado, una de las plazas más importantes de la primera capital de Canarias, en un desierto en lo que se extienden innumerables losas de hormigón.
Los conjuntos más importantes están en La Laguna y en La Orotava
Hasta el momento, la actuación de los constructores de esta época es visible en las calles del casco lagunero, donde “se retiró por abajo un montón de edificios tradicionales.
Aquí ves casas antiguas con tejas y balcón tradicional al lado de un edificio de siete, ocho plantas de una arquitectura espantosa”, dice Argo Seman, el presidente del Colegio de Arquitectos de Santa Cruz de Tenerife, experto en rehabilitación de la arquitectura tradicional.
En Tenerife, a partir de finales de los años 90, se empieza a ser consciente del valor patrimonio histórico en el ámbito de la arquitectura.
La consecuencia fue un cambio de la legislación para protegerla, recogida tanto en las leyes de Canarias como en las municipales con planes urbanísticos especiales de protección del patrimonio histórico.
En varias partes de Tenerife hay conjuntos históricos de alto valor arquitectónico, construidos entre el siglo XVI y el siglo XVIII.
Ejemplos destacados están en San Juan de la Rambla, en Garachico, en Buenavista del Norte, en la parte
alta de San Miguel de Abona y en Granadilla.
Los conjuntos más importantes se encuentran en La Laguna y en La Orotava.
Mientras el casco de La Laguna ya forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, La Orotava, en breve, va a presentar su candidatura para convertirse también en patrimonio cultural mundial.
La certificación de la UNESCO destaca el valor del patrimonio histórico
La certificación del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO que destaca el valor histórico, es, sobre todo, una clasificación del alto valor y de la calidad de un sitio respecto a otros terceros.
El nombramiento aumenta las posibilidades de poner en marcha una economía apta y respetable con el entorno para mantener y conservar el conjunto histórico.
Por eso, en La Orotava no solo existe un Plan Especial de Protección respecto a las medidas constructivas para actuar, sino que hay también un Consejo Municipal de Patrimonio al que pertenecen representantes de la política local e insular, de la Universidad de La Laguna y representantes de varias asociaciones, para desarrollar el modelo de la futura explotación.
La restauración de una casa histórica tiene muchas facetas.
En un inmueble protegido por ley se precisa un proyecto de restauración o rehabilitación para cada intervención.
Para garantizar la sostenibilidad del proyecto, es imprescindible que en el municipio correspondiente exista un Plan General del Territorio vigente.
Lamentablemente, la aprobación de estos documentos tarda muchos años.
Muchas veces, los contratiempos están causados por querellas de particulares.
En España, más del 80 por ciento de la población vive en casa propia.
“Debido a ello, los propietarios en épocas de vacas flacas intentan retardar la puesta en vigor del reglamento a través de medidas jurídicas, para no tener que afrontar los costes que tendrían que asumir”.
Hay propietarios que calculan que el derribo es más lucrativo
El factor financiero también afecta al proceso de rehabilitación y conservación. Desde el punto de vista económico, en general, “es más caro restaurar un edificio antiguo que hacer uno nuevo”, dice Argo Seman.
“Es carísimo y no hay suficientes ayudas.
A las pequeñas subvenciones de las autoridades públicas, el particular deber hacer una aportación grande.”
Probablemente, debido a esto, muchas casas antiguas en zonas muy frecuentadas se encuentran en estado de abandono.
Según parece, hay propietarios de casas antiguas que calculan que el derribo y la sustitución por una nueva edificación es más lucrativo y ni siquiera les afectan las sanciones decretadas por administraciones municipales, con las arcas vacías e incapaces de conservar el patrimonio histórico de su territorio con medios propios.
Teniendo en cuenta ésto, es importante que la restauración de una casa antigua aporte un valor añadido al inmueble.
Para amortizar la inversión, “hay que buscar fórmulas para que se pueda intervenir en un edificio antiguo para adaptarlo a nuevas formas de uso”, dice Argo Seman.
Las grandes casonas de una superficie de unos mil metros cuadrados
“Si tú tienes una casa terrera que está en malas condiciones, puedes reformarla por dentro, respetando la cubierta, la fachada y el volumen, puedes aumentar su tamaño.
Eso es importante. Muchas de estas casas tenían 30 o 40 metros cuadrados y hoy la gente quiere vivir en 100 ó 120 metros cuadrados”.
Para el uso de una casa restaurada no hay reglamentos ni limitaciones. Es posible “hacer en una casa terrera, una vivienda, una oficina o un restaurante.
Una casa más grande la puedes convertir en tres o cuatro viviendas o un pequeño centro comercial, siempre que respetes la arquitectura aunque tú cambies el uso.”
Eso vale también para las grandes casonas de una superficie de unos mil metros cuadrados, patio central, pisos de madera, tejas del siglo XVIII y a veces con jardines.
Son inmuebles que tienen “un encanto especial, pero lo que hay que buscar son nuevas actividades como un hotel pequeño, que puedan pagar la rehabilitación y la restauración, porque ninguna familia en la actualidad vive en un entorno de esta manera.”
Según Argo Seman, el objetivo de la restauración y de la conservación de los conjuntos arquitectónicos tradicionales no puede ser convertirlos en parques temáticos.
Por eso hay que “comunicar a la gente el uso de las edificaciones”.
Hay que dar a la gente la posibilidad de que conozcan el valor que tienen y que luego pueden mejorarlo, restaurarlo y rehabilitarlo.
Hay que usar los edificios del patrimonio histórico
Eso es la consigna fundamental. Si tú no usas una casa, ésta se abandona y se cae.
Es fundamental que las casas estén en uso. Sea una casa o una bicicleta que dejas abandonada en una esquina acaba oxidándose, se pudre, eso también pasa con la edificación tradicional: hay que usarla.”
En este sentido, el arquitecto incluso lamenta que “hoy hay un exceso de protección del patrimonio histórico que se malinterpreta y que produce que las casas no se usen.
Es imprescindible adaptar los edificios históricos a las normas técnicas de la actualidad.
Hoy en día un edificio necesita accesibilidad, un ascensor, electricidad en condiciones.
Su pavimento de madera necesita un tratamiento que tiene que ser protegido contra el fuego para evitar que pase como con el Obispado de La Laguna que hace unos años acabo ardiendo”.
(Publicado en Megawelle, 2011-2016)