Desde hace poco, la capital tinerfeña está más cerca del mar.
A pesar de las innumerables polémicas durante las varias etapas de la fase de construcción, la remodelada Plaza de España, ha sido inmediatamente adoptada por los vecinos de Santa Cruz.
Algunos incluso tomaron un baño en el lago. Algo que ahora ya está prohibido.
El concepto de los arquitectos Herzog y Meuron funciona: la superficie del lago artificial parece un puente que conduce los ojos a los grandes barcos, amarrados en el muelle de la capital tinerfeña para poner el centro de Santa Cruz más cerca del mar.
Los numerosos coches que, avanzan y paran durante los atascos habituales en los numerosos carriles de la muy amplia Avenida Marítima, desaparecen detrás del astuto diseño arquitectónico de la nueva atracción capitalina.
Durante la noche, el lugar delante de la entrada del Palacio Insular, se ha convertido en un predilecto punto de encuentro.
Un rasgo destacado es la inteligente composición de las luminarias, que crea un ambiente alegre durante la oscuridad.
Luces instaladas en el suelo forman parte del nuevo alumbrado.
Los pabellones en la orilla del charco enfrente de la sede del Cabildo, formados como pequeñas colinas con laderas suaves, armonizan con su entorno.
El geiser central, que está puesto en marcha de vez en cuando, es también herramienta para ubicar a la capital de Santa Cruz más cerca del mar.
Los contrarios del proyecto bautizaron los edificios añadidos “mamotretos”.
Con el derribo del castillo empezó el declive urbanístico
No obstante, la nueva edificación se adapta perfectamente al grandioso y gigantesco decorado en el horizonte, formado por los Montes de Anaga.
En sus techos crecen diversas clases de plantas que simbolizan la gran riqueza natural de la isla.
La flora ornamental sirve como puente para atraer las vistas a los vestigios arquitectónicos de otras épocas.
Un ejemplo son la fachada y el pórtico de la entrada a la Alameda, construida en 1787 y rehabilitada recientemente, enmarcada de las poderosas coronas de sabinas.
Muchos rincones en las orillas del lago ofrecen muy variados e interesantes panoramas.
Un enlace al pasado es el museo subterráneo.
Aquí se puede informar sobre la historia santacrucera y mirar los restos de los muros del legendario Castillo San Cristóbal.
La fortificación resistió a los ataques enfurecidos de la marina británica, mandado por el almirante Nelson el 25 julio de 1797.
En 1929 se derribó el castillo, a lo que la zona comercial capitalina debe su nombre, para la construcción de la Plaza de España.
Eso fue el pistoletazo de salida para las metamorfosis, a las que se sometió la plaza a lo largo de las décadas siguientes.
Antiguas fotos muestran la plaza, en la que se centra desde 1947 el Monumento de los Caídos, como una rotonda para él, entonces muy escaso tráfico.
Luego se empezó a ampliar la zona portuaria a todo coste.
En breve, Santa Cruz estará aún mucho más cerca del mar
A lo largo del tiempo, la Plaza de España perdió su función urbanística y simultáneamente su carácter destacado.
El territorio en el corazón chicharreo dejó de ser la tarjeta de visita de la ciudad capitalina y portuaria.
Se transformó en una zona estéril e inútil, solamente usada, de vez en cuando, como escenario de Carnaval o para mercados ocasionales.
La plaza delante de la sede del gobierno insular, en la que se toma decisiones de gran importancia e impacto, se convirtió en una zona abandonada que subrayó la imagen de “cenicienta“ de la ciudad.
La costa y el agua, características determinantes de la vida isleña, tampoco estuvieron presentes en el centro de la capital a lo largo de décadas.
Tras la inauguración de la nueva Plaza de España, Santa Cruz ya está más cerca del mar.
La capital incluso tendrá un directo acceso al mar, cuando acabe el completo proyecto urbanístico de la remodelación de la Plaza de España.
Probablemente, las sabinas que rodean el lago habrán crecido de manera suficiente, para dar a los visitantes la oportunidad de disfrutar de la completa visión arquitectónica y su nueva joya en el corazón de la capital tinerfeña.
(Publicado en El Guanche/Bajamar, 2008)