Las murgas son el símbolo carnavalero de Santa Cruz. No obstante, hay otros cantantes del Carnaval que se salen a las tablas.
Delia, por ejemplo, está muy pendiente de los labios de los cantantes en el escenario.
Por un momento parece que la fotógrafa de un diario tinerfeño ha olvidado el verdadero motivo de su presencia en el Auditorio de Tenerife.
Es que ella misma tiene experiencia como cantante de zarzuelas en primera persona y, por eso, las actuaciones en las tablas le emocionan mucho.
Los cantantes de rondallas difunden aires del carnaval veneciano
Esta noche, la Sala Sinfónica está llena, pero, en general, no hay muchas personas que sientan el mismo cariño por las rondallas como Delia, aunque estos grupos musicales tienen una larga tradición.
El Orfeón de la Paz, la más prestigiosa, se fundó en 1930.
El repertorio de las rondallas consiste en arias y canciones, que provienen de la música clásica y del folclore de otras épocas, cantadas por coros de una treintena de personas y acompañadas por instrumentos antiguos como el laúd.
El vestuario de estos cantantes del Carnaval también tiene un aspecto muy histórico, difunde aires del barroco o del carnaval veneciano.
Incluso, hay un conjunto de mujeres que lleva vestidos inspirados en la moda de los galos durante los tiempos del Imperio Romano o, al menos, en los tebeos de Asterix.
Por cierto, la atmósfera solemne de las actuaciones de las rondallas contrasta mucho con el resto de las actividades carnavaleras, incluso la Canción de la Risa, una presentación de humor musical más o menos sofisticado.
Los actos de canto carnavalero más populares, los concursos de las murgas, están marcados por la fuerza de las voces de cincuenta o más personas.
Dar matices a un mensaje presentado por conjuntos tan numerosos casi es imposible.
Por eso, no solamente grupos musicales con afinidad al humor, sino que, incluso, algunos murgueros participan en la Canción de la Risa para presentar las facetas artísticas que no caben en la presentación artística de su conjunto habitual.
La canción de la Risa: una versión humorística del teatro del absurdo
No hay duda de que la atmósfera en el Teatro Guimerá es mucho más íntima que en el gigantesco Recinto Ferial, es casi familiar.
El presentador, el humorista Mañón Marichal, conoce, por lo menos de oídas, a muchas personas del aforo.
Saluda tanto al representante de McDonalds, empresa patrocinadora del acto, como a Eloísa, la redactora de un periódico local y al gráfico alemán, que soy yo.
Disfrazado como la abuela de Campanilla, una versión muy envejecida de una hada linda de la película de Peter Pan, que subraya la faceta torpe de su personaje.
Muchas veces sus alas, fijadas en su espalda, se enganchan con el tejido de telón, mientras tropieza con los tacones de un lado al otro del escenario para anunciar a los concursantes y amenizar al público durante las pausas cuando manos laboriosas cambian el decorado.
El hilo narrativo de su discurso, muy salpicado de ironía, son las quejas más habituales de los visitantes de los actos del Carnaval, aunque “las cosas salgan bien”, cuenta las quejas de personas que no encontraron una silla libre en el coso o de las lamentaciones en la larga espera delante de los baños públicos.
Por supuesto, las risas son garantizadas, porque gran parte del público participa hace mucho tiempo en los actos de Carnaval o en su organización.
Xiomara, personal de prensa del Organismo Autónomo de Fiestas, tiene también que reírse.
En esta época del año trabaja muchos días de la mañana hasta la madrugada, hace muchas horas extras, compensadas por días adicionales de vacaciones durante el verano.
Las intérpretes de la lengua de signos forma parte del espectáculo
La Canción de la Risa, el último concurso de los cantantes del Carnaval, es un acto que incluso puede disfrutar el equipo de organización.
No hay audiencia masiva, todo es más pequeño y más sencillo.
La escasez del espacio también lo notan Tizzy y sus compañeras.
A pesar de estar presentes en casi todas las retransmisiones del Carnaval, nadie percibe a estas chicas.
No es sorprendente, las intérpretes de la lengua de signos salen en una imagen muy pequeña en la parte inferior de las pantallas televisivas
Normalmente pasan el acto entre bastidores, donde siguen el acto por un televisor para traducir las palabras de los presentadores en gestos.
En el Teatro Guimerá forman parte de la actuación, están ubicadas al borde derecho del escenario y, en caso de grupos muy numerosos, incluso forman parte del espectáculo.
El reto de estos cantantes del Carnaval es presentar una actuación absurda y amenizada, pero también de acertado y de agudo ingenio.
Los protagonistas que apuestan por la crítica populista que marca muchas canciones de las murgas, fracasan en este ambiente más íntimo.
Los Legías, que deben su nombre al producto de limpieza de nombre muy parecido, son un conjunto de unos doce hombres disfrazados y maquillados como la cantante Raffaella Carra.
Los machos, todos cincuentones, imitan a mujeres italianas seductoras.
La actuación culmina con la caída de la voz principal, un tío muy gordo de unos 140 kilos, que cayó del escenario y fue a parar directamente delante de la cara de Xiomara, sentada en la butaca junto a mí.
Se presenta también una lucha de gallos, protagonizado por hombres disfrazados como pollos que parecen fugitivos de una avicultura; otros salen sobre las tablas como piedras y minerales. Incluso soldados y senadores de la Roma antigua conquistan el escenario.
Finalmente, una compañía de teatro da su versión de la vida de los superhéroes de los dibujos animados.
Después de Canción de la Risa la fiesta sigue en la calle
La Canción de la Risa, el punto final de los actos oficiales del Carnaval, muestra que la fiesta principal de la capital tinerfeña es mucho más que una juerga de las masas en las calles del centro de la ciudad.
El Carnaval de Santa Cruz de Tenerife tiene muchos rasgos y facetas y es una tradición cultural basada en el trabajo de un gran número de asociaciones compuestas de muchas personas de compromiso.
Un gran número de individuos y grupos ensayan a lo largo de unos seis meses para presentarse durante algunos escasos minutos en el escenario, tanto para vivir el espectáculo como cosechar estos quince minutos de gloria, de los que en su momento habló el artista americano Andy Warhol.
(Publicado en Megawelle 2011-2016)