El Museo de la Ciencia y el Cosmos, ya ha alcanzado la mayoría de edad. Ese museo lagunero es un lugar mágico.
Hay que visitarlo preferiblemente en compañía de niños de cinco o seis años.
El museo lagunero invita a un maravilloso viaje a través de un universo lleno de sorpresas que dejan boquiabiertos tanto a los mayores como más pequeños.
Tras entrar en el museo, los peques se transforman en exploradores de un nuevo cosmos que descubren una nueva encantadora galaxia llena de secretos.
El recientemente fallecido expresidente de Canarias, Adán Martín, propuso la fundación del “Museo de la Ciencia y el Cosmos” a principios de los años 90.
El objetivo era atraer a los jóvenes a la física y la química para acercarlos a las ciencias naturales, dado que las clases escolares a menudo no animan a dedicarse especialmente en estas disciplinas.
Hay maestros que asustan al alumnado con cantidades de números y fórmulas, transmitidas en palabras enigmáticas y complicadas de descifrar.
En la mayoría de los casos, esta forma de pedagogía no provocaba más que aburrimiento y desinterés.
Por eso, los fundadores del museo apostaron en transmitir los conocimientos de forma lúdica e, incluso, adaptados a las necesidades de los más pequeños.
Una fiesta dedicada a un gigante científico tinerfeño
Con motivo de cumpleaños, el museo lagunero, inaugurado en 1993, destaca anualmente un módulo de su amplia gama temática.
Ese año se rindió homenaje al ingeniero Agustín de Betancourt.
Tanto la Ilustración y la Revolución Francesa como la Revolución Industrial y la Guerra de la Independencia Española marcaban la vida de ese inventor canario.
Finalmente formaba parte de la corte del zar ruso.
En 1978, un asteroide recién descubierto con un diámetro de diez kilómetros entre Marte y Júpiter recibió el nombre de “Betankur” en honor al ingeniero canario.
En marco del actual cumpleaños, el museo lagunero publicó un tebeo para mantener viva la memoria de Bethencourt.
Las imágenes recorren la vida de este cofundador de la ingeniería moderna, para quien no había fronteras físicas ni intelectuales.
Además, se pusieron réplicas del telégrafo óptico en funcionamiento en la plaza exterior del museo lagunero que debe su nombre de Bethencourt.
El invento del siglo XVIII permitió por primera vez enviar mensajes entre dos lugares separados.
El objetivo del museo lagunero es despertar la curiosidad
Los telégrafos consisten en una flecha grande en la parte superior de una columna alta, que puede indicar veintisiete letras y diez números ubicados en un círculo a una distancia de diez grados a través.
Se puede mover la flecha mediante una rueda, ubicada debajo.
El transmisor y el receptor identifican la posición de la flecha del Telescopio de su interlocutor, situado enfrente a larga distancia.
Hay una lista de instrucciones que facilita al receptor descifrar el mensaje y traducir las señales de los mensajes trasmitidos en palabras y frases.
Suena muy complicado, pero en realidad es un juego de niños.
Por eso los organizadores del acto se repartieron hojas recortadas del telégrafo óptico entre los más jóvenes.
Aunque el museo ya ha alcanzado a mayoría de edad, su desarrollo aún no está completo.
El objetivo de sus responsables sigue siendo despertar continuamente la curiosidad a través de actos divertidos y la integración de nuevos elementos.
Su misión es mantener vivo el interés por las ciencias naturales e invitar a las futuras generaciones a hacerlo desde edades tempranas.
(La versión alemana, publicada en la página web de Teneriffa Panorama, 2009 – 2011)