En otras épocas no había aviones que convertían desplazamientos en el interior del archipiélago en saltos de gato. Naves como el “Correíllo La Palma” transportaban tanto mercancía como personas de una isla a otra.
A principios del siglo XIX, goletas de 40 a 50 toneladas conectaban los puertos de las aguas canarias.
Unos setenta años más tarde, motores pequeños te facilitaban las maniobras de las naves frente a los muelles y permitía navegar cuando ninguna brisa soplaba.
En 1866 se hizo por primera vez un concurso de licitación para la concesión del establecimiento de líneas marítimas entre las islas.
El ganador de este concurso fue la “Compañía de Vapores Correos Interinsulares Canarios”, filial de la inglesa “Elder Dempster Ltd.”, que puso en funcionamiento los dos primeros vapores a finales del verano de 1888.
En las siguientes décadas, el tráfico marítimo en Canarias creció de manera constante.
A principios del siglo XX, se compró tres barcos grandes y tres más pequeños a un astillero británico.
Uno de los barcos más grandes fue el “Correíllo La Palma”, construido en 1912, año en que se hundió el Titanic.
Desde el verano del año siguiente, comenzó el servicio regular como barco correíllo.
Correíllos para conectar las islas
El “Correíllo La Palma”, de 61 metros de largo y 9,14 metros de ancho, tiene casco de acero con estructura y dos cubiertas.
El vapor con motor 700 hp alcanzaba una velocidad de 11 nudos.
Durante la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil Española, el barco sirvió para el transporte militar, incluso en 1936 se le equipó con cañones.
El motivo de la construcción de los correíllos fue de gran importancia: la visita a Canarias de Alfonso XIII, la primera visita de un rey español desde siempre.
La estancia real fortaleció la movilidad en el remoto archipiélago.
El establecimiento de líneas de correíllos acabó con el aislamiento de La Gomera y El Hierro.
Los correíllos posibilitaban transportar pacientes que padecían grave enfermedad al hospital de Tenerife, dado que en La Palma, segunda isla más grande de la provincia occidental, apenas había médicos.
Los estudiantes tomaron también el correíllo para llegar a la universidad tinerfeña y, a menudo, no volvieron a su isla de origen antes de la graduación.
Los correíllos transportaban bueyes, cabras y camellos y de vez en cuando, incluso tropas al norte de África.
La mayoría de los primeros coches llegaron a las islas de esta manera.
No obstante, las instalaciones aún tenían sus deficiencias.
El muy pesado Chevrolet de un repatriado de Venezuela pudo sufrir daños, dado que, incluso en las islas capitalinas, los dispositivos de los puertos tenían sus límites respecto al peso de carga.
Desde la perspectiva de entonces, gigantescos buques de la actualidad oceánicos pertenecían a una remotísima utopía.
Correíllo La Palma transportó mercancía, cartas y personas
Por falta de puertos, en La Gomera y El Hierro, los correíllos fondearon en bahías cerca de las capitales.
Barcos pequeños trajeron y llevaron la carga a la grúa en la costa.
El puerto de El Hierro, inaugurado en 1916, fue demasiado pequeño para los correíllos.
Por eso, en la década de 1930 nació el proyecto de su ampliación del puerto, que se realizó con fondos del presupuesto nacional en 1960, después de que Franco había visto con sus propios ojos la pobreza en su visita de la isla.
Como la mayoría de los correíllos, el “Correíllo La Palma”, no sólo transportaba carga, sino también personas.
Por eso contaba con tres clases de camarotes para 190 pasajeros.
Los políticos y los ricos viajaron en primera clase.
Sus alojamientos estaban en la cubierta superior y eran extremadamente cómodos.
Los mayordomos vestían uniformes, había un restaurante y una sala de fumadores.
Por otro lado, los pasajeros de tercera clase se acomodaron en cabinas sobre la bodega en la popa.
En la zona delantera también había celdas para el transporte de presos en la cubierta inferior.
Los correíllos no solo se dirigían a las capitales de las islas, había también otros desembarcaderos en el camino.
Dado que las islas son muy montañosas y no había red de carreteras en ese momento, la ruta marítima era la forma más fácil de transportar mercancías.
En los desembarcaderos, pequeños botes y grúas sirvieron como dispositivos para carga y descarga.
Era un trabajo tanto laborioso como peligroso debido a la corriente y al oleaje de la costa.
Quien quiso viajar a otras islas tuvo que deslazarse a Santa Cruz
En años posteriores, los barcos tenían motores, pero en los primeros días había que remar desde el correíllo anclado hasta la playa.
Incluso los pasajeros se acercaron a su destino con las pequeñas barcazas.
Hay constancia de cómo una familia sueca fue dejada en la playa de El Médano a finales de la década de 1920 para proseguir su viaje, con mucho equipaje, en carreta y camello hasta Granadilla.
Sin embargo, salir de la isla fue solamente posible en las capitales, por no ser posible comprar billete en otro sitio. Eso implicó para muchos un viaje agotador
Hace unos treinta años, ir en coche desde Valle Gran Rey en el oeste a la capital San Sebastián tardaba dos horas.
En anteriores décadas, se pasaron el recorrido de unos cuarenta kilómetros en burro o a pie.
En general, los correíllos zarpaban alrededor de las ocho de la mañana y llegaban al puerto de destino unas veinticuatro horas más tarde.
Para distancias cortas, se frenó los motores para no llegar demasiado pronto al destino.
Un incendio acabó con el Correíllo La Palma
Los trabajos de carga comenzaron a última hora de la tarde.
A primera hora de la tarde, los pasajeros entraron a bordo.
Muchos ya habían esperado todo el día para ese momento.
Sobre todo en las islas más pequeñas, la llegada de correíllo era un gran acontecimiento.
Esto no es de extrañar, ya que el “Correíllo La Palma” y sus homólogos pasaron solamente barcos dos veces al mes por costa este y oeste de El Hierro.
La desaparición de los correíllos fue muy un largo proceso que ya empezó en 1930, la empresa operadora pasó a manos de Trasmediterránea.
La flota pronto se amplió con nuevos barcos, se diferenciaban de los antiguos correíllos, que se distinguieron no solo por el color blanco del casco en vez del negro, sino también por su tecnología mucho más avanzada.
En octubre de 1958 se reequipó el motor del “Correíllo La Palma” para aumentar la velocidad, pero tras un incendio en el puerto de Arrecife el 16 de marzo de 1976, el vapor quedó parado.
A diferencia de sus homólogos, el correíllo “La Palma” no fue desguazado, gracias a un inversor que quería utilizar el viejo vapor con fines gastronómicos y culturales.
Los caprichos de la burocracia y las disputas de competencias provocaron que el proyecto se quedara en suspenso durante tres décadas.
El Correíllo La Palma va ser un móvil museo marinero
Desde hace unos dos años, existe la fundación financiada con fondos públicos que intenta convertir el antiguo barco en museo móvil tanto para conmemorar la antigua tradición marinera, como informar sobre la importancia ecológica del Océano Atlántico.
El barco se encuentra actualmente en dique seco para ser restaurado.
La idea es conservar la máquina original y adaptarse a los actuales estándares técnicos, económicos y ecológicos.
Las modificaciones deben facilitar el manejo y garantizar el cumplimiento de las normas legales.
Más información: Fundación Correíllo La Palma Pabellón Santíago Martín Oficina 1.5, C/ Las Mantecas s/n 38108 Los Majuelos (La Laguna) Tel.: 922 843 451 www.coreillo
(La versión alemana publicada en Teneriffa Panorama, 2004-2007)