Desde siempre, los visitantes y viajeros disfrutaban de los encantos paisajísticos de las Islas Canarias.
No obstante, las condiciones sociales y económicas de la isla a menudo les asustaban.
Por ejemplo, a Francis Coleman Mac-Gregor, alemán de ascendencia escocesa y cónsul británico en Tenerife a principios del siglo XIX.
Lo que más le asombró fue la pobreza en esas siete islas, bendecidas con muchos tesoros naturales.
En 1831 Mac-Gregor escribió el libro “Las Islas Canarias según su estado actual, y con especial referencia a la topografía y las estadísticas, la industria, el comercio y las costumbres”, que fue publicado por la aún existente “Hahnsche Buchhandlung” de Hannover.
Hace poco, salió por primera vez una versión en español.
Mac-Gregor no solo describe la naturaleza, la cultura y las costumbres de las islas en la obra.
Él analiza también la estructura social, que en su opinión era la causa de la desoladora situación económica del archipiélago.
En ese momento, las Islas Canarias eran una provincia andaluza que se regía por las leyes de España.
La sociedad de la época de Mac-Gregor fue estrictamente jerárquica.
A la cabeza estaba la nobleza, seguida por los funcionarios administrativos, el ejército, el clero, una escasa clase media y los agricultores y trabajadores agrícolas.
Los últimos constituían más de dos tercios de la población.
La alta nobleza incluía 25 condes y margraves que tenían en sus manos la mayor parte de las riquezas y las mejores tierras de las islas.
Muchos nobles residían en la Península y dejaban la gestión a los administradores.
La baja nobleza estaba formada por los llamados “hidalgos” (nobles) y “caballeros” (caballeros).
Los terratenientes habían recibido sus fincas de la Corona española como recompensa por su participación en la conquista de las Islas Canarias.
La Iglesia Católica se beneficiaba de las “bulas de cruzada”
Sin embargo, en el siglo XIX, muchos nobles poseían poco más que su noble nombre, a menudo por propia culpa.
En muchos casos, su educación era defectuosa.
El orgullo y la indiferencia les hacían vivir en la ciudad en vez de cuidar de sus bienes.
Eso provocaba, que solo hubieran pocos grandes terrenos conectados.
La gran mayoría de las propiedades a menudo consistían en pequeñas parcelas que estaban muy separadas, a veces en diferentes islas y, por eso, difícil de gestionar.
En esa época, la red de carreteras tampoco estaba bien desarrollada.
En las montañosas islas de Tenerife y La Palma, la topografía era un obstáculo más para desplazamientos en caballo y carreta.
El clero, la élite intelectual de la isla, contó con unas 2.000 personas.
Había 487 iglesias y 51 monasterios que albergaron a unos 1000 monjes y monjas.
Sin embargo, en 1831, el poder económico de la Iglesia Católica ya había bajado mucho en comparación con siglos anteriores.
En el siglo XV, la Iglesia y las órdenes cristianas habían recibido numerosas tierras como recompensa por su contribución a la conquista del archipiélago.
No obstante, la otra gran influencia de la iglesia se reflejaba todavía en el sistema fiscal canario en el siglo XIX: las autoridades financieras vendían las llamadas “bulas de cruzada”, títulos de indulgencia, con los que el comprador intentaba liberarse de sus pecados.
El poder judicial y la administración contaron con unas 300 personas; también había 12.000 soldados, todos también mal pagados.
Alrededor de 5.000 familias se dedicaron al comercio, la pesca y la artesanía.
En particular, los comerciantes no nobles eran clase aspirante debido al comercio de bienes con Estados Unidos.
En las Islas Canarias el comercio fue dominado por la economía
En el siglo XVI, en Tenerife el comercio ya fue un importante factor económico, no obstante, en gran parte en manos de empresarios británicos.
La isla exportó vino y azúcar.
A lo largo del tiempo, los acontecimientos políticos en el continente europeo volvieron a provocar altibajos en el comercio tinerfeño.
Como consecuencia de la Guerra de los Siete Años la competencia francesa desplazó los vinos de Tenerife en muchos mercados.
La alianza entre Francia y España en las guerras posteriores a la Revolución Francesa, también detonante del ataque del almirante británico Nelson a Santa Cruz en 1797, afectó mucho a los comerciantes canarios, que, en continuación, perdieron muchos mercados.
Más tarde Napoleón invadió España. Eso también causó mucho daño, porque Canarias perdió muchos privilegios, entre otros el derecho a comerciar con América exento de impuestos.
Hace 170 años, la pesca fue un importante factor económico para las Islas Canarias, del que dependieron muchos puestos de trabajo y el suministro de alimentos a precio económico.
La pescadería empezó después de la conquista de las islas por los españoles, dado que los aborígenes canarios se dedicaron exclusivamente a sus rebaños de ganado.
Sin embargo, la pesca frente a la costa africana requirió la anterior firma de acuerdos entre el gobierno español y los estados del norte de África.
En 1831 en el archipiélago hubo 30 grandes barcos de pesca, entre 50 y 100 toneladas. Noventa por ciento de ellos tuvieron su base en Gran Canaria y Las Palma.
Los pescadores emprendieron ocho o nueve veces nueve campañas con una duración hasta cuarenta días.
Pobres campesinos cultivaban los campos de las Islas Canarias
A Mac-Gregor le asombró mucho, que los capitanes a menudo carecían de buena educación náutica.
Navegaron sin brújula, confiando completamente en su experiencia.
Sin embargo, la conservación de la captura fue inadecuada.
A diferencia de los pescadores de Terranova, el pescado no se salaba ni se lavaba por segunda vez, por lo que se estropeaba al cabo de unos pocos meses.
Además, hubo unas 140 pequeñas embarcaciones que echaban sus redes cerca de la costa.
Aparte de la producción de seda, en La Palma, no hubo producción industrial en Canarias.
La clase de agricultores y trabajadores agrícolas, de unas 45.000 familias, representó dos tercios de la población.
Poco después de conquistar las islas, la nobleza entregó gran parte de sus tierras a los campesinos sin tierra para que las cultivaran.
En cambio, tuvieron que rendir tributos a los propietarios, que además obraron por los animales de tiro y las herramientas necesarias.
Debido a estas relaciones contractuales, el cultivo sostenible no importó al propietario ni al arrendatario, por lo que el valor nutritivo del suelo se agotaba rápidamente debido al monocultivo siempre; las casas también se deterioraron con el tiempo.
La cría de ganado también se operó con poca previsión. El ganado sirvió para la cría y la producción de carne.
No se ordeñó a las vacas porque las ubres eran demasiado pequeñas.
La mayoría de los rebaños de ganado consistió en cabras y ovejas, como en la época de los indígenas.
Se concedieron solo pocos derechos a los campesinos y trabajadores agrícolas.
Emigrar para huir de la pobreza de Canarias
En opinión de Mac-Gregor, “valían menos (…) que los esclavos, ya que pueden ser despedidos en cualquier momento.
Hombres, mujeres y niños deben estar disponibles para el propietario en todo momento, incluso prestar sus caballos y asnos si el Señor quiere ir de viaje.
Deben compartir la cosecha de sus jardines con él si lo exige.
Si el ganado que envía a sus campos causa daños, los granjeros no reciben ni un centavo en compensación”.
Los trabajadores de la granja apenas tuvieron ropa. En invierno sus hijos sufrieron el frío.
Las familias pasaron hambre en periodos de mala cosecha.
No es de extrañar, que muchos emigraran a Estados Unidos a pesar de la prohibición.
A pesar de la pobreza, apenas hubo delincuencia en Canarias. Incluso en las ciudades, casi no se registraron delitos violentos.
Los isleños tampoco fueron propensos a beber, consumieron alcohol con moderación.
La moral sexual, por otro lado, era muy, muy rígida.
El sexo prematrimonial estaba mal visto y a los jóvenes amantes les faltaban lugares donde pudieran encontrarse a solas.
Los hijos ilegítimos se consideraban una vergüenza y, a menudo, eran abandonados frente a las iglesias.
En las Islas Canarias, la educación era muy deficiente
La educación era deficiente debido a la falta de competentes educadores y equipos adecuados.
Los maestros recibieron su sueldo en parte del municipio y en parte de empresas privadas.
El contenido de las clases se limitó a lo esencial.
Los niños aprendían a leer y escribir, gramática en fragmentos, aritmética básica y el catecismo, a las niñas solo se les enseñó ortografía, leer un poco y el catecismo.
Hubo dos colegios privados, uno en La Laguna y otro en Las Palmas.
El intento de una familia francesa de fundar un colegio en La Orotava en 1824, donde también se impartirían matemáticas, lenguas extranjeras, arte, geografía, latín, música y arte, fracasó por el veto de Madrid, sobre todo porque el proyecto de Tenerife no fue exento de polémica.
En la Universidad de La Laguna no existió la libertad de cátedra.
Todo estaba subordinado a un comité integrado por profesores de teología, derecho canónico y jurisprudencia.
La comisión disciplinaria llamada “Junta de censura” , la que a Mac-Gregor recordó a la inquisición, podía expulsar a los estudiantes sin darles el derecho a defenderse.
Para obtener el doctorado, el aspirante no solo tuvo que aprobar los exámenes, sino también dar un elogio al rey.
Sin embargo, en todas las épocas había científicos e investigadores, provenientes de Canarias.
No obstante, ellos, en general, se ganaron su fama en la Península o en el extranjero.
“Las Islas Canarias según su estado actual, y con especial referencia a la topografía y estadísticas, industria, comercio y aduanas” Centro de la Cultura Popular Canaria, Calle Candelaria / Daute 38203 Laguna Tel.: 922 82 78 00 / 20 00 www. centrodelacultura.com
(La versión alemana publicada en Megawelle, 2004 – 2007)