El municipio de Granadilla, la antigua capital del sur de Tenerife, brotó de una fuente.
En nuestros días, eso suena increíble, pero es la verdad.
Hasta 1945, cuando se inauguró el canal del Sur para garantizar el abastecimiento de agua de la zona sur de Tenerife, era necesario traer el agua desde las fuentes.
Incluso en la época de los guanches y, después para los colonizadores y sus descendientes, era muy importante la Fuente del Lugar en las cercanías del núcleo de Granadilla.
Este lugar idílico, donde se escucha solamente el sonido del agua y de los pájaros, era muy frecuentado en otras épocas cuando el agua era un verdadero tesoro en el desértico sur de la isla de Tenerife.
Las mujeres llevaban el precioso líquido en toneles y tinajas, puestas en la cabeza, durante largas distancias hasta su casa.
Los arrieros, que hacían la ruta Norte-Sur, aprovechaban este lugar para descansar y abrevar los animales.
Como los lavaderos, la Fuente del Lugar también era un sitio donde la gente intercambiaba informaciones y cotilleo.
Hasta hace unos treinta años, el pueblo de Granadilla de Abona fue la capital del sur de Tenerife.
El año 1933 se inauguró la carretera entre Granadilla y Santa Cruz
“Aquí estaban el juzgado y el notario”, dice el guía José Antonio, quien, en su niñez, jugó al fútbol en la carretera acabada en 1933 que enlazaba la región con Santa Cruz.
“No había muchos coches en esos días”, dice mientras por detrás pasan por la misma vía muchos vehículos, uno tras otro.
“El viaje a la capital tardaba unas tres horas y era muy penoso”.
Desde hace tiempo, tanto la vida como el mapa de Tenerife han cambiado mucho.
Lugares de gran importancia en la época, cuando la agricultura era el factor económico más importante, como Güímar o Granadilla, dan el relevo a ubicaciones como Los Cristianos o Playa de las América, aglomeraciones urbanísticas que en los días de antaño no existían o eran pueblecitos pequeños que consistían de un grupo de casas.
El declive de los antiguos centros urbanos en las montañas empezó en los años 70, cuando se comenzaron a construir la autopista del sur y el aeropuerto Reina Sofía en la zona costera para crear los fundamentos del turismo masivo de la actualidad.
A continuación, el pueblo de Granadilla también cambió mucho.
Por eso, hay que pasar por las calles con los ojos bien abiertos para descubrir vestigios y huellas de entonces, testigos mudos que, a menudo, saben esconderse o que, a veces, están en un estado muy lamentable.
Eso ocurre, sobre todo, en un gran número de casas terreras.
El corazón del pueblo lo forma la plaza de González Mena, donde están las Casas Consistoriales de la actualidad, mientras el viejo ayuntamiento en la calle principal, que luce en rojo, sirve como escuela de música.
El arquitecto Marrero Regado dejó sus huellas en varias partes de la isla
El año 1550, el caballero Gonzalo González erigió en este lugar su primera residencia.
Un siglo más tarde se empezó a construir el convento franciscano San Luís, que hoy en día sirve como centro cultural y biblioteca.
A lo largo de su existencia, el edificio sufrió muchos incendios.
Hace unos cincuenta años, cuando sirvió como edificio administrativo, mucha gente murió por un derrumbe de la primera planta por culpa del mal estado de la edificación.
Luego, se rehabilitó la casa, completamente rehabilitada que actualmente sirve como centro cultural y biblioteca.
En la plaza, la pintoresca calle del Arquitecto Marrero desemboca en una vía bordeada de casas históricas excelentemente conservadas, que incluyen un pequeño museo y la casa del mismo arquitecto al que la calle debe su nombre.
Las huellas de la obra de José Enrique Marrero Regado están en varias partes de la isla.
Fue el responsable tanto de la construcción del edifico del Cabildo de Tenerife y del Mercado Nuestra Señora de África en Santa Cruz como de la Basílica de La Candelaria; conjuntos arquitectónicos que, incluso hoy en día, difunden aires del espíritu de la época de su construcción, durante el franquismo, por su lenguaje arquitectónico.
En los siglos XVII y XVIII prosperó el negocio de la cochinilla
No obstante, la calle mencionada de Granadilla refleja lo idílico de la vida de la clase acomodada rural de entonces y destaca por sus elementos arquitectónicos como la piedra en los dinteles y las cornisas.
Muchas ventanas están divididas en tres partes.
La parte baja tiene “un decorado de madera; la central, puertas que se abren por dentro y la parte de arriba sirve para la iluminación “, indica José Antonio, quien también explica que la amplia convexidad de las rejas a la altura de la repisa facilita que se coloquen macetas.
Entonces, la población vivía sobre todo de la agricultura, pero había también otras fuentes de ingresos.
En los siglos XVII y XVIII prosperó el negocio de la cochinilla, la extracción y la comercialización de secreciones de este insecto que sirvieron para la producción de colorantes usados para tintar telas.
El floreciente negocio acabó repentinamente en el siglo XIX, cuando los colores sintéticos más baratos empezaron a dominar el mercado.
Por unas décadas, los granadilleros fueron capaces de paliar las consecuencias del denominado “desastre de cochinilla” con la producción de tabaco.
Vestigio visible de esta actividad es el antiguo secadero, construido en 1878, que posteriormente sirvió como cuartel y cine.
En la actualidad, es una ruina que debe ser recuperada y de la que se puede echar un vistazo por la raja de una ventana.
Perseguido por el rey luso Magallanes se escondió en Granadilla
Otra atracción del pueblo es la iglesia de San Antonio de Padua, que se construyó en el siglo XVIII en el terreno de la anterior ermita.
La torre se añadió unos cien años más tarde.
El nombre de la iglesia indica el importante papel de los portugueses en el pasado de Tenerife, que fundaron Buenavista del Norte.
En el entorno de la iglesia se encuentran algunas casas adornadas por pilares pintados en las equinas, referencia a la forma de construir en otras épocas.
Entonces, los albañiles labraban los muros con piedras muy crudas y los revocaban, mientras ponían en las esquinas pilares de piedras cuidadosamente elaborados tanto para dar estabilidad al edificio como para adornarlo.
Trabajaban de esta manera porque era demasiado costoso utilizar piedras bien formadas por todas partes.
Además, el basalto usado para los pilares es un material muy complicado de cortar y manipular.
(Publicado en Megawelle, 2011-2016)