Comer tiene muchos aspectos. Es tanto una necesidad biológica como un ritual social. La alimentación es esencial para mantenerse vivo, mientras la celebración de la comida puede ser un acto social. A menudo, una cena sirve para encontrarse con la familia o con los amigos. Hay que decir que hay muchos motivos para invitar a otros a cenar. En un barrio de La Orotava, situado en la zona mediana, cada año, a finales de enero, se reúnen un gran número de comensales para celebrar el Gran Puchero de La Florida .
Por supuesto, el motivo culinario es muy importante, sin embargo, los propios organizadores negarían con vehemencia que esta celebración gastronómica se dirige exclusivamente a sibaritas.
Es más, el sabroso acto tiene aires de la primera multiplicación de los panes y peces, el único milagro que se encuentra en cada uno de los cuadro evangelios canónicos.
No obstante, no se puede negar que la gran cena de La Florida también tiene un motivo religioso, dado que todas las fiestas folclóricas de Tenerife homenajean al patrón del pueblo.
El encuentro del gran “Puchero de La Florida” forma parte de los festejos en honor a San Antonio, organizados por la Asociación de San Antonio Abad y el Club de la Tercera Edad, a los que también pertenecen la feria del ganado y la romería.
Desde la mañana docenas de personas se dedican a la preparación de la comida y confeccionan unos 7.000 kilos de puchero que sirven para casi 6.000 personas.
Para la confección del gran puchero se necesitan muchos ingredientes
La muy saludable comida está elaborada con ingredientes de calidad y de cocción lenta. Gracias a la colaboración de hoteles, familias y restaurantes, los cocineros disponen de más de sesenta calderos de acero inoxidable con una cabida de más de cien kilos cada uno.
Empresas, familias y restaurantes donan alimentos para el gran día. La receta no es un secreto, no obstante, la cantidad de los ingredientes supera las necesidades caseras.
Para confeccionar el gran Puchero de la Florida se necesita: 50 kilos de garbanzos, 300 kilos de tocino, 60 kilos de habichuelas, 60 kilos de piñas de millo, 300 kilos de chayotas, 375 kilos de papas, 210 kilos de cochino, 50 kilos de zanahorias, 50 kilos de calabacines, 25 kilos de puerros, 25 kilos de perejil, 45 kilos de batatas, 600 kilos de coles, 20 kilos de ajos, 100 gallinas, 20 litros de aceite de oliva y 250 kilos de gofio.
El fuego para cocinar el puchero se hace con retama seca del Parque Nacional del Teide.
El encuentro culinario cuenta con una gran afición que desiste de comodidad y en el mismo, en un barrio a donde llega solamente una estrecha carretera, con muchas curvas y un estrecho puente que pasa sobre un barranco que separa La Florida de la carretera general al Teide.
Por culpa de la topografía, muchos comensales están obligados a dejar su coche más abajo y caminar un kilómetro o más hasta la plaza donde se sirve la comida.
Por supuesto, donde hay muchas personas, todo el mundo tiene que esperar hasta que le toque el turno. Eso no puede ser de otra manera en una fiesta que cuenta con innumerables invitados.
El puchero de La Florida atrae a muchos comensales
Por eso, se forman largas colas delante de las mesas donde se sirve el potaje, colas que rodean el solar donde se prepara la comida. El periodo de espera, unos veinte minutos, ofrece espléndidas vistas al numeroso equipo, ubicado unos veinte metros más abajo, que se dedica a la preparación del puchero.
Aunque se puede ver cómo las personas en el apretón a la cabeza de la cola pasan por la estrecha boca entre las amarillas vallas para llegar a la mesa donde se les entregan un plato y un cuchillo de plástico.
Al lado, en el escenario, una banda musical canta y toca canciones folclóricas mientras los comensales avanzan paulatinamente para doblar en el estrecho pasillo hacia a la salida.
Aquí se cumplen sus deseos. De los grandes calderos, colocados en fila en una larga mesa, los laboriosos ayudantes de la organización sacan con cazos una ración de puchero para cada plato.
Luego los invitados salen en busca de un lugar tranquilo para disfrutar la comida. Por cierto, se han puesto mesas y bancos en la calle, pero no siempre es tan sencillo encontrar un puesto libre en medio de un enjambre que celebra una tradición canaria.
(Publicado en Megawelle, 2011 – 2016)